Con el deseo llega la obsesión,
Y con la obsesión llega la jauría,
Me vuelvo salvaje,
Indomable,
Severo,
Incansable,
Soy de hielo,
Insensible,
Certero,
Censurable,
Aunque ahora no importe
Porque ya estoy muerto
La zarpa que mecía mi cuna se asustó,
Se fue sin siquiera rozarme la mejilla
Y ya no queda más que un simple y llano recuerdo
De lo que fue mi infancia,
No queda más que un filo de luz
De lo que es mi vida,
Aún no hay nada que pueda quedar
Y no estoy triste o deprimido,
Me siento nostálgico,
Melancólico,
Como una vela que,
Poco a poco,
Con su propio calor se va fundiendo
Hasta apagarse a sí misma.
Vivo inmerso en la incapacidad de recordar
como Auguste,
Contemplo como van cayendo,
una por una,
Las mentes de aquellos locos
Que exportaban sus eternos sesos
A todos los templos,
Desde el bosque a la llanura,
Y de las cuales sólo queda una,
Que ora afónica en la calma
Para irse en paz.
Mis ojos se acercan a la Esfinge
Y buscan su nariz que sigue perdida
Debido al magnánimo auge
de las tendencias homicidas
Hacia la belleza,
Hacia el tiempo,
Hacia la vida,
Hacia el deceso,
Hacia todo lo que nos rodea.
Las patrañas sigilosas merodean,
Y por nuestros cuerpos
se pasean,
Gozan con creces del poder
que la Máquina hace tiempo les dio
Aguardaban tranquilas
Para salir del corcel
E introducirse en cada grieta
Que hemos forjado
Sin saber que algún día
Nos sacarían los ojos
Como el negro cuervo
Que ronda por las nubes,
lleno de alegría,
Al ver
Que su espera no ha sido en vano
Y nuestros suculentos cadáveres
Al fin,
Van a formar parte de su gran banquete.
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