Se dice que a cada santo le llega su día. Ese es un dicho o refrán con el que se pueden sentir identificados muchos futbolistas, unos que solamente necesitan lograr madurez, llegar a un sistema o encontrarse con compañeros o entrenadores que les cambian por completo la carrera. El mejor jugador de la historia del Udinese es uno de los mejores ejemplos que se pueden encontrar. Nacido en Nápoles en 1977 para triunfar a más de 800 kilómetros de casa, a prácticamente 30 años de explotar en Serie A, Antonio Di Natale.
La infancia de Toto fue bastante normal, como la de cualquier niño, viviendo junto a sus padres y cinco hermanos, jugando fútbol en las calles de Pomigliano d’Arco, viendo al Napoli de los ochenta y soñando con un día ser como su ídolo, Diego Armando Maradona. Inició jugando de muy chico en el San Nicola, que era una escuela de fútbol afiliada al Empoli, hasta que a los 18 años fue llevado a las inferiores del club, ahora sí en la Toscana, por Maurizio Niccolini, jefe de las categorías juveniles del equipo, para debutar profesionalmente poco después. Entre el Empoli, Zola Predosa, Varese y Viareggio, en distintas divisiones, fue como pasó sus primeros años como profesional, hasta que a los 25 años le llegó la oportunidad de debutar en la Serie A, con el Empoli, bajo las órdenes de Silvio Baldini.
En su primera temporada, fue clave para salvar al equipo del descenso, terminando como goleador del equipo. Su segundo año no fue bueno y terminaron descendiendo. Sin embargo, llamó la atención de Luciano Spalletti, que dirigía al Udinese, y lo pidió. Era el extremo que le hacía falta para completar su tridente ofensivo, junto a David Di Michele y Vincenzo Iaquinta. El equipo clasificó a Champions League ese año, finalizando en la cuarta posición, aunque la temporada de Di Natale fue irregular.
En sus siguientes años, se vio una notable mejoría, llegando incluso a la Azzurra, jugando la Eurocopa del 2008 y siendo pretendido por otros equipos. Sin embargo, estaba lejos de alcanzar su techo. El Udinese, con un tridente formado por Simone Pepe, Fabio Quagliarella y Antonio Di Natale, se había convertido en uno de los equipos animadores de la Serie A, hasta que en el 2009 perdió a su centro delantero, cuando Fabio partió a Nápoles. Pasquale Marino, entrenador del equipo, pensó en Antonio Floro Flores para sustituirlo, pero las cosas no funcionaban. Fue entonces cuando, en un amistoso contra el Venezia, antes de enfrentar al Palermo en la novena jornada, decidió colocar a Toto como centro delantero junto a Alexis Sánchez y Simone Pepe. ¿El resto de la historia? 127 goles en Serie A desde los 32 años hasta sus 39. Antes de eso sumaba 82.
Antonio Di Natale fue a la Copa del Mundo del 2010, participó en otra Eurocopa, clasificó al Udinese dos veces más a la Champions League, fue el mejor goleador de la Serie A en un par de ocasiones y se convirtió en el sexto máximo anotador de la Serie A y primero por el Udinese. Vio pasar durante todos esos años jugadores en el equipo, pero él siempre permaneció en la ciudad que lo adoptó como a un hijo, a pesar de las ofertas que recibía cada año de equipos importantes. En alguna ocasión, declaró que al único club al que le hubiera gustado llegar era al equipo de su infancia, el Napoli, pero siempre lo rechazó. De hecho, estuvo muy cerca en el 2009, cuando De Laurentiis lo buscó junto a Fabio Quagliarella, pero Toto tuvo miedo de no cumplir con las expectativas y no quería defraudar a sus paisanos.
Se le recuerda como un gran goleador, pero tuvo un gesto que lo convirtió en una leyenda en cualquier aspecto el 14 de abril. En Pescara, el equipo local recibió al Livorno en un partido correspondiente a la Serie B. En la visita jugaba Piermario Morosini, quien cayó sobre el césped al minuto 31 y perdió la vida una hora más tarde. La noticia conmocionó al mundo del fútbol y en Italia no se jugó la jornada. Di Natale, al enterarse de la noticia, habló con gente cercana a la familia y se comprometió a mantener económicamente a la hermana, Maria Carla, de por vida. El fondo de esto es que Piermario y Toto forjaron una buena amistad cuando coincidieron en Údine y conocía perfecto la historia de los Morosini.
Los padres habían fallecido unos diez años atrás. En cuestión de dos años, su otro hermano se había suicidado, y su hermana, con una discapacidad mental, solo contaba con él.