Nigeria y sus contrastes
Fui capaz de sentir la pobreza y opulencia en un mismo lugar. La desdicha y el gozo en un parpadeo.
Fui capaz de sentir la pobreza y opulencia en un mismo lugar. La desdicha y el gozo en un parpadeo.
Le devolví la sonrisa a un papel con un puñado de líneas, ciudades y códigos.
La tierra del campesinado convertida en ciudad a través del poeta.
Este mundo que siempre se ha erigido por clases sociales, incluso donde se podría pensar que no las hay, ellas siempre están presentes
El amor del poeta por la localidad no fue inmediato, pues nada más llegar aborreció el lugar.
Se contonea a través de las luces estroboscópicas con movimientos epilépticos pero a la vez sensuales, mirando a su público con una provocación digna de Ava Gardner.
Escribo esto desde un bar de tapas andaluz con una barra kilométrica de madera, jamones colgando desde el techo y camareros alérgicos a la modernidad de las tabletas.
Quiero oler la capital catalana, sentir su sabor; aunque al primer trozo que me llevo a la boca me acuerdo de mi condición de extranjera.
Mañana amenaza ser espejo de hoy; la semana próxima de ésta y el mes próximo de éste.
No hay una fórmula que indique las palabras justas para empezar a describir algo que te cambió profundamente la vida.
Avanzaba sintiendo la necesidad extrema de llegar a alguna parte. De tocar suelo firme. Porque nunca el silencio había sido algo tan aterrador.
He vivido y empatizado con el sufrimiento ajeno, y me he llevado a casa los últimos suspiros de algunos pacientes mientras lágrimas de impotencia humedecían mi rostro.
Tercera Regional es puro territorio comanche. Una vez te metes dentro no vuelves a salir. El modo de vida, los personajes que se juntan y el politiqueo de entre vestidores es lo más parecido al jaco.
El mundo no solo va de nosotros, encumbrados en el privilegio de lo predicho, lo orquestado, lo inamovible. Están los otros, los de afuera, los que no nos tocan.
Caminé diez minutos hacia el metro, sin un alma alrededor y con las calles medianamente iluminadas. Qué suerte, al menos aquí sí hay luz. En Tepito nomás hay de dos: estar a las vivas o estar a las vivas.
4:27, abro la ventana y prendo un cigarrillo, el olor se parece más a un cartucho recién cortado y utilizado. Esta vida ya se trata de supervivencia y no de vivir.
En Holanda se han cancelado conciertos y eventos sociales con más de 100 personas. Museos, cines, teatros, escuelas y oficinas han cerrado hasta nuevo aviso. Las calles están vacías, estamos aislados.
Resulta una experiencia surreal transitar por la paranoia, el miedo y la desesperación portuguesa ante el coronavirus mientras mis redes sociales, con mayoría de voces mexicanas, ríen a rienda suelta.
Falta esa chispa, esa sutil minucia que haga estallar el mundo en pedazos. Una grieta en la corteza terrestre que se trague a todos los predicadores de esta realidad. La nuestra. La esclavitud no es un oficio, por mucho que esté aceptado por el Consejo Regulador de turno.
No hay motivo específico para convertirse en carterista. William S. Burroughs robó carteras durante su adicción al caballo, aunque no creo que el mamón que ha asaltado el camión del trabajo se vaya a convertir en un hito literario.