En un ejercicio de memoria aleatoria, con recuerdos que aterrizan desde diferentes años, escribo sobre El Rey León, luego de asistir al Teatro Telcel y reencontrarme con una obra que lleva casi 30 años en la cartelera de Broadway. Desde marzo, puede verse por segunda vez en México.
Diciembre de 1998, Nueva York.
Mientras camino por las calles de la gran manzana, veo en la marquesina del imponente New Amsterdam Theatre el característico anuncio de color amarillo con grecas negras que anuncia la obra de teatro The Lion King. Tiene apenas unos meses de haberse estrenado en Broadway, el 13 de noviembre de 1997, por lo que los tickets están agotados en todas las funciones, así que no importa el exorbitante precio de las entradas. Tendrán que pasar 17 años para que pueda ver la obra por primera vez.
1996.
Mis hermanos pequeños (en ese momento de 2 y 4 años) reciben de obsequio una cinta en VHS que representa toda una experiencia para nosotros: la película animada El rey león (1994) de Rob Minkoff y Roger Allers. Las secuencias inolvidables y las canciones que se metieron para siempre en nuestra memoria, iniciaron un gusto cinéfilo que hasta la fecha nos acompaña. No era solo ver la película: también era escuchar el soundtrack; conseguir un libro o una revista que desmenuzara el contenido de la cinta; comprar un peluche o figura de acción que extendiera la magia.
Vimos El rey león en VHS mil veces; nos aprendimos los diálogos y cantábamos las canciones a la menor provocación; se inició el camino que después nos llevaría a Hércules (1997), Mulán (1998) y Tarzán (1999), esa imborrable época donde Disney hacía grandes musicales. Por diversas situaciones, mis hermanos y yo nunca pudimos ver El Rey León en el cine, desde su estreno en México el 7 de julio de 1994.
Junio de 1994, Nueva York.
Tengo 14 años y camino por primera vez en las inmediaciones del World Trade Center. Me encuentro con un Nueva York donde las luces y los rascacielos deslumbran y hacen que uno se sienta fascinado. He asistido con mi tío al mundial de futbol, donde nuestra selección ha perdido 1-0 ante el equipo de Noruega, en Washington. Hemos hecho una visita relámpago a New York City para conocerla y corroborar todo lo que se dice de ella. Se trata de una ciudad con calles peligrosas, donde la magnificencia de Broadway contrasta con los callejones oscuros.
Caminamos ahora por Rockefeller Center y, mientras nos perdemos del grupo de amigos que nos acompañan, mi tío y yo no dejamos de maravillarnos con la magia que irradia el lugar. En algún rincón, veo un anuncio que avisa el estreno del filme animado The Lion King, con la hermosa imagen de Simba destacando entre el azul del cielo; en unos días más, la película llegará a las pantallas y comenzará a maravillar a miles. Todavía no existe la obra de teatro, pero Julie Taymor y el resto del equipo creativo comenzarán paulatinamente a idear la adaptación.
Julio de 2015, Ciudad de México
Custodiado por el impresionante Museo Soumaya, el Teatro Telcel presentaba por primera vez en México el musical de Broadway El rey león (2015-2018), gracias a Ocesa. Se trató de toda una revolución para la industria del teatro en el país, con un despliegue técnico titánico, más de 900 funciones y casi un millón de espectadores, se rompieron cualquier cantidad de récords.
Carlos Rivera interpretaba a Simba (al que también había dado vida en la puesta en escena de Madrid) y Fela Domínguez a Nala. Inolvidable la explosión de color y el estruendo del opening, momento inmersivo donde los animales de la sábana caminan entre las filas del teatro. El efecto dramático de sofocar todas las luces al final de Circle of Life (calcando el fundido a negros de la película original), resulta alucinante, subrayando el mensaje cíclico de la trama.
Uno no vuelve a ser el mismo después de ver El rey león sobre las tablas: se abre una brecha de emoción que salpica felicidad y hace amar aún más al teatro. En aquel 2015, pude ver por primera vez la obra. Y valió la pena la espera. En el asiento contiguo al mío, mi hija, entonces de 14 años, veía maravillada el escenario, amontonándose en sus pupilas la magia del arte teatral. No, no volvimos a ser los mismos.
Octubre de 2021, Nueva York.
El mundo es azotado por la pandemia COVID-19. Son los meses duros de las muertes en los hospitales y el cubrebocas en todos lados. Camino en medio de un Nueva York semi vacío, con Central Park y la Quinta Avenida rociados de aflicción. Cumplo compromisos visitando la Harry Potter Shop New York, recorriendo el MoMA y acudo por la noche al New Amsterdam Theatre (bella mezcla de estilos Beaux Arts y Art Nouveau) para ver la obra teatral de Disney, Aladdin.
Ese teatro fue adquirido en 1995 por la compañía del ratón para tener permanencia definitiva en Broadway, a unos pasos de Times Square. Fue la casa de The Lion King durante nueve años, desde su estreno en 1997, hasta el 2006, cuando el musical más famoso de Broadway se trasladó al Teatro Minskoff, ubicado en la One Astor Plaza de Manhattan, donde sigue dando funciones al día de hoy.
Al salir del teatro, luego de deslumbrarme con el brillo de los millones de cristales Swarovski utilizados en el vestuario de la compañía de Aladdin, camino sobre la emocionante 7th ave y al dar la vuelta en la W 45th, me encuentro de frente con el anuncio amarillo y negro de The Lion King.
Pienso en el poderoso marketing del proyecto, con miles de sudaderas, vasos y peluches que se venden ahí. Pienso en los casi 25 años que hasta ese momento lleva la obra presentándose en Broadway. Recuerdo la primera vez que vi ese letrero colorido en 1998. Reflexiono sobre lo mucho que yo he cambiado desde entonces, en lo que se ha modificado Nueva York y el mundo. Todo se ha ido transformando, pero The Lion King sigue ahí. Involuntariamente, suena de fondo I Just Can’t Wait to Be King.
Junio de 2025, Ciudad de México.
Luego de una década, The Lion King regresó al Teatro Telcel el 20 de marzo de 2025, presentando un elenco renovado, compuesto en su mayoría por talento joven: Majo Domínguez como Nala, Pierre Louis como Simba, Carlos Quezada como Scar, Pisano como Mufasa, Nokulunga Madlala como Rafiki, Eli Nassau como Timón, Sergio Carranza como Pumba y Ariel Bonilla como Zazu.
La empresa Ocesa no ha escatimado en esta nueva temporada, que presenta actualizaciones en escenografía y efectos especiales, ofreciendo una mejor experiencia inmersiva. El sonido y la iluminación son impecables y la orquesta en vivo (dirigida por el maestro Isaac Saúl), acompaña la emoción de una obra que desde su arranque, establece un ritmo que no decae nunca.
La historia sigue al león Simba, quien luego de la muerte de su padre, tendrá que lidiar con la culpa y las tribulaciones para recuperar el trono que ha usurpado su tío Scar. Lo acompañan en la aventura los curiosos Timón y Pumba (quizá los personajes secundarios más entrañables de la historia) y la leona Nala, el interés amoroso de Simba. The Lion King se inspira del Hamlet (1623) de William Shakespeare, tomando elementos reconocibles como la muerte del rey, el exilio y un tío traicionero que provoca la tragedia.
Película y obra teatral comparten esencia y trama principal, pero tienen diferencias considerables: la duración (filme de 89 minutos, función de 160 minutos); en teatro, se añaden más canciones y números musicales; el tono en la película es más familiar, mientras que en la puesta en escena hay más profundidad emocional en los personajes principales y los conflictos son espinosos, como el momento donde Timón está en peligro y el acoso de Scar hacia Nala.
Una de las elipsis más famosas de la historia del cine, es también uno de los momentos más emocionantes de los musicales de Broadway. En la película animada, Simba, Timón y Pumba cantan alegremente Hakuna Matata (1994) (el pegajoso himno pop con atisbos de reggae que todo el mundo ha tarareado alguna vez), entre la espesura de la jungla; el león es un cachorro que paulatinamente se transforma en adulto, aceptando el destino sin preocupaciones, junto a sus nuevos amigos. La elipsis omite el proceso de crecimiento de Simba, entregando un momento icónico y uno de los ejemplos más hermosos del poder del lenguaje cinematográfico.
En el teatro, el instante es igual de significativo, pero distinto: la obra cierra el primer acto con los acordes de la alegre canción, mientras los tres actores avanzan bailoteando fuera del escenario; aparece entonces la versión adulta de Simba descolgándose de una cuerda, con el actor protagonista presentándose ante la audiencia. Queda todo establecido para el segundo acto. En ambos casos (cine y teatro), la elisión funciona porque permite hacer avanzar la historia, al tiempo que ofrece dos momentos inolvidables del mundo del entretenimiento y la cultura pop.
La compañía de El Rey León en México está integrada por 51 actores de seis nacionalidades: ocho sudafricanos, un colombiano, tres cubanos, un dominicano, un brasileño y por supuesto varios mexicanos, además de 12 músicos. Toda una proeza de acoplamiento, la escenografía es 100% automatizada, con 200 esculturas animadas, más de 300 cambios de vestuario, casi un centenar de luces robóticas y el sistema Constellation de audio (el único en América Latina), con cerca de 200 bocinas, y decenas de micrófonos de última generación.
Al estreno de la obra asistió la directora Julie Taymor, leyenda viviente del mundo del entretenimiento, que a propósito del regreso de El Rey León a México, dijo: “Me sobrepasa el cariño que siente el público mexicano por este musical. Todo comenzó con unos dibujos que se transformaron en maquetas, y más tarde en esculturas animadas que poco a poco dieron vida a esta obra. Pero el trasfondo es que la historia de Simba, su forma de enfrentar la pérdida y de estar dispuesto a reencontrarse consigo mismo es universal y permanece vigente”.
Volver a ver la obra, en pleno 2025, resulta un agasajo. El teatro completo aplaude estruendoso al final del primer acto y, aún más, al final del segundo, con ese tremendo “fundido a negros” del que ya hablamos. El talento deslumbrante de Majo Domínguez y la enorme voz de Nokulunga Madlala son solo dos de las muchas virtudes de un ejercicio teatral que vale cada peso del costo del boleto.
Se trata de todo un acontecimiento en la industria teatral del país; el mismo espectáculo que fue punta de lanza para la consolidación de la capital como recinto importante del teatro en Latinoamérica, con la llegada subsecuente de Los Miserables, Wicked, Aladdin y Anastasia.
El Rey León ha sido vista por más de 124 millones de personas en el todo el mundo, presentándose en más de 100 ciudades de 24 países. El legado y relevancia del concepto sigue extendiéndose: Disneyland Paris ha anunciado la llegada del ambicioso show The Lion King: Rhythms of the Pride Lands, además de abrir la primera atracción y zona tematizada inmersiva inspirada en el universo de Simba y sus amigos.
Julio de 2019
El estreno de la innecesaria versión live action de El rey león (2019), dirigida por Jon Favreau, me emociona poco y me abstengo de verla en el cine. El 12 de noviembre de 2019, es lanzada la plataforma Disney+, servicio de streaming donde llegarán eventualmente todos los estrenos del imperio del ratón. Empezaría entonces una epidemia de versiones live action de películas clásicas que resultaría imperdonable actualizar. La sobrante Mufasa: el rey león (2024), dirigida inexplicablemente por Barry Jenkins, dejaba una sensación agridulce: el atrevimiento de haber trastocado los hermosos recuerdos de la infancia.