Una tarde de lluvia en Nueva York, la periodista italiana Oriana Fallaci y Pier Paolo Pasolini caminan por las calles de la gran manzana ante la imposibilidad de conseguir un taxi. Hablan de moda, política y la miseria que aparece en los lugares más insospechados. El poeta tiene a las siete una cita con Herbert Blau, director teatral del Lincoln Center; hablarán de arte y cenarán langosta en un restaurante elegante, para después ver el ensayo de una obra que Blau prepara.
Fallaci se da cuenta que a Pasolini poco le interesa el glamour y los lugares refinados; al igual que al transgresor Arthur Rimbaud (y otros poetas malditos), Pier Paolo se siente atraído por los callejones oscuros y los barrios donde el peligro de encuentros trágicos o perversos aumenten la respiración.
El brutal asesinato del también cineasta, en 1975, conmocionó al mundo por la ambigüedad de los hecho, luego del polémico estreno de esa joya de poesía cinematográfica llamada Saló o los 120 días de Sodoma (1975). Pasolini era un artista incómodo, crítico del sistema y de su tiempo, que justo previo a su muerte preparaba un incisivo libro que tenía nervioso a más de uno: Petróleo, publicado de manera póstuma en 1992.
Cuarenta años después de fallecer Pasolini, en el oscuro sótano del Instituto Italiano de Cultura de Nueva York se hace un hallazgo insólito: una cinta que contiene la intensa conversación entre Giuseppe Cardillo y Pier Paolo, en una de las ultimas entrevistas que el artista concedió, en 1969, donde puede sentirse la tensión entre los dos involucrados, al tocar temas escabrosos como la religión, el marxismo, la poesía y las contradicciones del arte.
La poesía no se consume (2022), publicado por Altamarea, presenta esta extensa charla en la que las reflexiones e ideas de uno de los intelectuales más afilados del siglo XX, brotan como manantial iconoclasta.
La edición se acompaña de una sugestiva introducción a cargo del escritor Luigi Fontanella, que desmenuza y analiza los mejores momentos de la entrevista; también aparece en la parte final del volumen el texto de Oriana Fallaci, Un marxista en Nueva York, la crónica de un encuentro breve pero no por eso menos interesante, rebosante de instantes que dan idea de la fascinante presencia de Pier Paolo Pasolini.
La mente detrás de las joyas Accattone (1961) y Porcile (1969), lanza en cada respuesta dardos venenosos contra el sistema y la imposición, sin dejar de reflexionar sobre el arte: “Sé perfectamente que la poesía es inconsumible en lo más profundo, pero yo quiero que sea lo menos consumible posible también exteriormente. Lo mismo vale para el cine: haré cine cada vez más difícil, más árido, más complicado, y quizá incluso más provocador, para que sea lo menos consumible posible, exactamente igual que con el teatro, que no puede convertirse en un medio de masas, por lo que el texto permanece sin consumir”.