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Crónicas

Chandigarh, la ciudad de Le Corbusier

Concebida exprofeso por la acuciosa mente de Le Corbusier a invitación del gobierno de Jawaharlal Nehru tras la independencia de la India, Chandigarh se creó con dos propósitos: fungir de nueva capital para el cercenado Punjab a la pérdida de Lahore como resultado de la partición del país y demostrar que la arquitectura racionalista era merecedora de un lugar propio en el entonces llamado Tercer Mundo.

“(Aquí) somos distintos del resto de la India, como personas, como sociedad, como urbe. Chandigarh es un espacio vivo y que respira, una obra de arte a cielo abierto engendrada por las mentes de algunos de los más importantes arquitectos del siglo veinte”, afirma, sin intención de sonar presuntuoso, Rustam, o Rusty para los amigos, un periodista treintañero originario de Chandigarh sobre su lugar de nacimiento y sus muy peculiares características arquitectónicas, que sin duda le distinguen del resto de ciudades del subcontinente indio.

Amplios y ajardinados bulevares, ejes comerciales que se cruzan con bloques de viviendas de hormigón y múltiples balcones. Fuentes, glorietas y calzadas. El parque floral más grande del país, algunas de sus más importantes universidades, un icónico centro administrativo declarado Patrimonio de la humanidad por la UNESCO y una isla urbana dedicada a las artes repleta de museos, foros y espacios para representaciones culturales al aire libre. Rickshaws motorizados, vacas de libre circulación, peluqueros ambulantes, árboles cargados de mangos y monos, cocinas económicas con menú vegetariano y ese olor tan único cargado de cardamomo y jazmín. Chandigarh es todo lo que viene a la mente cuando pensamos en la India, pero también todo aquello que jamás imaginamos.

Cuando en agosto de 1947 la India obtiene finalmente su independencia del Reino Unido tras décadas de una apasionante e inspiradora lucha por la libertad, la participación del país en dos, uno de mayoría musulmana y otro multicultural y plurireligioso pero de mayoría hindú, indujo al subcontinente en un largo proceso de escisión que dibujó sendas cicatrices en su mapa y conllevó innumerables conflictos políticos y sociales de cuyas heridas aún no termina de sanar ninguna de las partes. Entre la vorágine de dicha partición, se perdió para la India, ganándose para Pakistán, la enigmática ciudad de Lahore, que fuera capital de los mogoles y ciudad principal del rico estado del Punjab. 

Quedando acéfalo el Punjab indio, el flamante jefe de Estado Jawaharlal Nehru, tomó la decisión de crear desde cero una nueva ciudad que fungiera de centro para la provincia dividida. Una ciudad tan grande, importante y lustrosa como el Punjab mismo, que representara la nueva cara de la India como nación independiente y faro del sur de Asia y del entonces mal llamado Tercer Mundo. Para tal efecto, Nehru eligió las frondosas y fértiles planicies ribereñas del sureste del Punjab. Entre los restos de un antiquísimo asentamiento de la desaparecida civilización del valle del Indo, la primera en florecer en el subcontinente, dio instrucciones para edificar tan magna obra.

En el Museo de Arquitectura de Chandigarh, imponente edificación de concreto que se amalgama como guante de seda al exuberante entorno que le rodea y que constituye parada obligada para todo aquel visitante a la ciudad, se explica a detalle, con gráficas y planos, maquetas, cartas, cables diplomáticos y grabaciones en blanco y negro de le época, aquella etapa inicial de construcción de la nueva capital del Punjab y la forma en que el icónico arquitecto suizo Charles-Édouard Jeanneret-Gris, mejor conocido como Le Corbusier, tomó las riendas del faraónico proyecto, a partir de las ideas iniciales del polaco  Maciej Nowicki y del estadounidense Albert Mayer. 

Museo de Arquitectura Chandigarh (Foto: Diego Gómez Pickering).

Pierre Jeanneret, el genio detrás del genio

“Creo que Pierre fue eclipsado por su desbordante primo (Le Corbusier). En lo personal, siempre le he considerado el par de manos más prudente e ingenioso de la arquitectura moderna, lleno de talento e ideas novedosas”, expresó en una entrevista a la prensa india de los años 50 del siglo pasado Walter Gropius, fundador de la escuela alemana Bauhaus y padre, para muchos, de la arquitectura moderna, al respecto de Pierre Jeanneret, primo hermano de Le Corbusier, mano izquierda y derecha del arquitecto franco-helvético en muchos de sus proyectos y alma detrás de la edificación de Chandigarh.

En la que fuera su casa ubicada en el lote número 57 del sector 5 de la ciudad, una de la veintena de extendidas manzanas en las que se divide el plano de Chandigarh, la mitad de ellas dedicadas al uso habitacional, puede uno adentrarse en la cabeza de Jeanneret y en algunas de sus funcionales soluciones arquitectónicas, estéticamente seductoras, que se pusieron en práctica conforme avanzó la implementación del plan concebido junto con a su primo para la gran urbe del Punjab. La casa de dos plantas, celosías de ladrillo rojo y ventanas abiertas, fue convertida en museo hace poco más de cinco años para honrar la memoria de Jeanneret y contar su historia con Chandigarh.

Casa Museo Pierre Jeanneret (Foto: Diego Gómez Pickering).

Mientras que Le Corbusier no pasó en la ciudad que le encargaron edificar más de algunas semanas, limitándose a supervisar la construcción de Chandigarh a través de cartas, mensajes y llamadas desde sus distintos despachos europeos, su primo hermano Pierre vivió en la urbe por espacio de varias décadas y hasta poco antes de su muerte acaecida en 1967. Lo hizo enamorado del lugar y del proyecto, supervisando junto con el equipo indio encargado de la materialización de los planos de Le Corbusier el levantamiento de docenas de edificios, de escuelas e institutos a vivienda social y mansiones para funcionarios y empresarios, sin omitir, claro está, los imponentes espacios públicos de la ciudad y su conjunto estrella, el Complejo Capital, sede de los parlamentos estatales del Punjab y de Haryana, del palacio judicial y de monumentos tan icónicos como la Mano abierta o la Colina geométrica. Una oda al hormigón y al funcionalismo. Tal fue la historia de amor entre Jeanneret y Chandigarh que sus cenizas, a su muerte y por petición expresa del difunto, fueron traídas de vuelta al Punjab para ser esparcidas por su hija en las aguas del lago Sukhna, que abraza maternalmente a la ciudad desde su flanco oriental. 

“Visitar Chandigarh es viajar a la India, pero también fuera de ella”, añade Rusty sobre las sensaciones que despierta visitar esta ciudad concebida por Le Corbusier y Pierre Jeannerette. Y en parte tiene razón, visitar Chandigarh es rendir tributo a lo mejor de la arquitectura mundial del último siglo y medio, es estar en la India y darse cuenta de que el país más poblado del mundo es, con justa razón, una de sus potencias más infravaloradas y menos comprendidas. Entonces y ahora.