El Sahara Occidental es un territorio no autónomo ubicado en el norte de África. Este territorio, formado por la antigua provincia española del Sahara Occidental, fue ocupado ilegalmente por Marruecos poco después de la salida de España, en 1975. Desde ese entonces, Marruecos ocupa aproximadamente tres cuartas partes del territorio, mientras que el resto se encuentra bajo el control del facto del Frente Polisario, un movimiento independentista nacionalista fundado en 1973, para luchar contra el colonialismo español. La soberanía marroquí no es reconocida por las Naciones Unidas y es rechazada por el Frente Polisario, quien proclamó su independencia en 1976, creando la República Árabe Saharaui Democrática.
El resultado inmediato de la ocupación marroquí fue el desplazamiento interno de miles de saharauis, las instalaciones de campamentos de refugiados y el ingreso de organismos internacionales que comenzaron a intervenir. A raíz de estos sucesos, más de la mitad de la población saharaui se encuentra en el refugio de Argelia desde 1976, la cual subsiste en una situación de transitoriedad y emergencia que se mantiene. La población saharaui que huyó de la violencia se enfrenta a una situación complicada debido a la situación de aislamiento, el clima extremo, la falta de observación periódica de la situación sobre el terreno y las omisiones del país de acogida para garantizar los derechos de los saharauis.
En el caso del Sahara Occidental, la existencia de refugiados es una clara manifestación de la violación de derechos humanos. El desplazamiento forzado, además de ser una violación autónoma de derechos humanos por violar el derecho a circular libremente y a elegir el lugar de residencia, implica la vulneración de múltiples derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Esta situación representa una violación continúa y sostenida debido a la extensión y profundidad del conflicto con Marruecos. A pesar del hecho de que un gran porcentaje de la población saharaui encontró refugió en los campos argelinos, esta condición no es suficiente para poner fin a su vulnerabilidad.
Entre los objetivos de la estrategia marroquí de control sobre el territorio y la población del Sahara Occidental, se encuentra el reducir a la mínima expresión o eliminar el hecho diferencial saharaui. De manera más directa y visible, desde la ocupación las autoridades han reprimido violentamente todo tipo de expresión identitaria y cultural saharaui como el idioma, vestimenta, elementos de la tradición nómada, simbología, entre otros. Esto con el fin de que el pueblo saharaui no se emancipe ni se desarrolle culturalmente, y así obstaculizar su herencia cultural.
Hasta la fecha se siguen registrando denuncias de violaciones cometidas por parte de las autoridades marroquíes en contra de la población saharaui. Organizaciones internacionales continúan expresando su preocupación por las violaciones contra los derechos humanos, en relación, especialmente, con el derecho a la libertad de expresión y de asociación y con la impunidad de que continúan disfrutando quienes han cometido graves abusos en años anteriores.
Marruecos ha volcado todos sus esfuerzos por controlar el relato informativo en el ámbito internacional, creando un entramado dedicado a la conquista de opiniones de políticos y medios de comunicación favorables a la tesis marroquí en países extranjeros. Aquellos que cuestionan su versión sobre la cuestión del Sahara Occidental se ven sometidos a duras penas y censuras de publicaciones que cuestionan la integridad territorial como aquellos mapas que no incluyen el Sahara Occidental dentro de su territorio.
La República Árabe Saharaui continúa viviendo bajo la injusticia y el abuso de poder de las autoridades marroquí, a pesar de ser internacionalmente reconocida por más de 80 países, ser miembro de pleno derecho en la Unión Africana y contar con el apoyo de diversos organismos internacionales. Lamentablemente, es un conflicto que no es prioridad para la agenda global ya que miembros importantes de la comunidad internacional como España, Francia y Estados Unidos se niegan a reconocer esta situación debido a su complicidad y relación con Marruecos.
Aunque Marruecos intenta negar la existencia de un pueblo saharaui, es una nación que se ha mantenido firme a sus ideales y ha formado una organización política y social de resistencia pacífica. De esta manera, ha logrado reforzar su presencia internacional y denunciar un conflicto aparentemente olvidado.