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Poesía

Es este un pedazo de tierra al que sólo le queda el amor a los muertos

I

En esta tierra que la desesperanza marchitó,

uno crece con los pies 

enterrados en el asfalto;

y sabe que le venderán suerte en bolsitas de arroz

que aquí sólo encontrará 

promesas rotas 

y vidas desvalijadas,

porque aquí pesan sobre los hombros 

todos los hermanos que nos han arrancado.

II

Es mi gente una vela,

brillo inquieto que se consume,

fósforo de sus entrañas,

paisaje sonoro de la muerte.

Tumba de huesos florales, voces sin tono. 

El fango siempre acecha, 

la carroña devora,

nos guarda esclavos del martirio. 

Nuestra gente es un cadáver.

III

Me desbordo en esta hoja

para no llorarle al mundo,

me entinto desgracia

con la esperanza de soñarme viva.

Entierro mis soledades

en estas palabras que gritan libertad.

Camino hacia la sombra

de la prisión que me guía 

al eco de estos males 

que me condenan

a escribir sobre la gente que no puedo salvar.

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