El sol orquesta
un majestuoso atardecer
y tú te vas con él,
al ritmo de las olas,
en una eterna despedida.
Te alejas bailando
con tu vestido de día,
con ese velo infinito
que cubre al mar,
y se confunde con la espuma
y el reflejo de las nubes.
Tienes el privilegio
de ser custodiada
por un ejército de tortugas
que han sido liberadas
para guiarte a tu nuevo lar.
¡Eres poesía, mamá!
Como ave fénix,
emprendes el vuelo
e incendias con tu luz el cielo.
Tus cenizas prenden el mar.
Eres pura divinidad,
ave luminiscente.
Tu alma trasciende
y sólo eres luz, infinita luz.
Nosotros somos polvo,
y tú, arena fugaz,
un espejo de cenizas
que se mimetiza con el mar.
¡Eres libre, mamá!
Has cruzado al otro lado del espejo
y yo sigo desde aquí tu reflejo.
Al filo del mar,
devuelvo mis lágrimas
a su verdadero hogar.
Hasta siempre, mamá