Categorías
Historias

Fuego

Eres luz pura, el calor más auténtico, como vivir siempre de día con un abrazo permanente en el correr del otoño.

Aunque no lo creas, yo te miro todos los días. Me acerco hasta donde lo permites, al punto donde tu calor me llena, mas no me absorbe. Sigo y sigo. Ha sido así desde que caíste en el centro de mi vida, y sólo quiero más.

Sucede que de tu brillo ya no puedo escapar. Eres tú, por tu esquiva alma de fuego, tan tenue a la vista y ardiente a la cercanía, que me declaro incapaz de hacerlo. Es tu disputa interna, el deseo de ser y estar, pero no conseguirlo, que me arrastra sin control hacia ti. No concibo la imagen de irme de aquí, necesito el calor de tus llamas, el tacto de tus manos con las mías, vivo del sueño de quemarme sin control con tus labios. 

Ya lo sabes, te lo recuerdo. Créelo, porque es genuino. Mírame, que estoy rendido y me parto en mil pedazos. Caigo ante esa voz de abrigo otoñal, tu sonrisa tierna y pícara que te destaca sin oposición y tu cabello, que divide la vida entre paz y locura. Déjame entrar, que tu partida sería mi fin.

No me escondo. No deseo ser parte del ayer, sino estar hoy y mañana. Yo apuesto por ti sin filtro ni límite. Arriesgo mi alma, mi cordura y el corazón enteros. Tu luz es proporcional a tu oscuridad. Me tiro igual. Y ahí estás, tan radiante como para alegrarle el día al mundo entero sin esperarlo, no sabiendo que tu existencia ya cambió por siempre la mía. Eres luz pura, el calor más auténtico, como vivir siempre de día con un abrazo permanente en el correr del otoño.

Me atrapaste, de la nada, en una llamarada de dulzura que ha cambiado mi existir. Miro el bosque de tus ojos, que arde por dentro y da vida por fuera, y sé que no hay marcha atrás; no quiero que la haya, ni admitir una salida. Sin ti, no hay historia que contar ni triunfo que celebrar. Te conozco tan poco que me duele admitirlo, pero deseo memorizarte hasta el tramo final de la última peca de tu piel.

No pienso flaquear, decido esperar. No voy a renunciar, te elijo en cada paso del camino. No puedo alejarme, te sueño despierto. No me iré, no desapareceré. Toma tu tiempo como el fuego mismo, ese que de una chispa incendia todo dentro mío, el que has encendido en mí desde el día que te encontré. 

Déjanos arder en las llamas de este evento, del encuentro menos pensado y más hermoso de la historia. Tú eres mi fuego. No te vayas, que te llevas mi existencia contigo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *