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Hortencia: un hallazgo literario excepcional

El manuscrito representa uno de los descubrimientos más relevantes de la literatura mexicana decimonónica en las últimas décadas.

Después de meses de evaluación y discusiones presupuestales, la Biblioteca Nacional de México de la UNAM concretó la adquisición de un hallazgo literario excepcional: una novela inédita de Ignacio Manuel Altamirano, titulada Hortencia, resguardada durante más de un siglo en colecciones privadas. La pieza fue localizada y gestionada por el librero anticuario de 22 años, Sebastián Zúñiga.

El manuscrito —una obra de 471 páginas, divididas en 29 capítulos y un epílogo, encuadernada en pasta dura con lomo en cuero y un ex libris coloreado a mano con las iniciales “I. A.” — representa uno de los descubrimientos más relevantes de la literatura mexicana decimonónica en las últimas décadas.

Junto a la novela, el conjunto incluye una carta autógrafa dirigida a Rosario de la Peña, figura clave del círculo literario romántico, además de fotografías de Altamirano y documentos de Federico Gamboa, quien resguardó el archivo en su biblioteca personal antes de que pasara a una familia de Guadalajara, quienes lo resguardaron por más de 100 años.

Según un testimonio proporcionado por uno de los descendiente de esa familia, el manuscrito perteneció originalmente a Catalina Altamirano, hija del autor, y fue custodiado por Gamboa “en una profunda devoción que lo vinculaba al maestro”.

La novela nunca se publicó, probablemente debido a los compromisos públicos y diplomáticos de Altamirano en sus últimos años.

“Un amigo librero me pasó el contacto del heredero, saben que este tipo de piezas únicas es lo que más me gusta”, cuenta Zúñiga. “Cuando supe lo que tenían, entendí que debía quedarse en México. Altamirano no es un autor cualquiera: es, sin duda, una de las figuras más importantes del siglo XIX mexicano, y recuperar una obra suya inédita es como recuperar una parte de nuestra memoria cultural”.

En el mundo del libro antiguo, los tratos con instituciones mexicanas son poco frecuentes. “Felipe Teixidor solía decir que el camino de los libros es hacia las instituciones americanas”, recuerda Zúñiga. “Allá existe más presupuesto e interés. Pero en este caso, la gestión para que el manuscrito permaneciera en México encontró eco en la Biblioteca Nacional, que decidió incorporarlo a su acervo.”

Zúñiga, especializado en impresos coloniales y piezas únicas relacionadas con la historia mexicana, considera que operaciones como esta confirman la importancia de fortalecer la colaboración entre libreros y acervos públicos. “A veces los libros más importantes terminan en el extranjero, pero aún hay quienes creen que la historia de México debe contarse desde sus propios archivos”.