De forma básica y sencilla, la represión puede entenderse como aquello contrario a la expresión. Es la contención de actos que permitan liberar la energía derivada de un impulso, de manera más pertinente al caso en cuestión, en la sexualidad, consiste en no permitir la liberación de la libido. Asimismo, y de forma más general, la represión puede ser entendida como un mecanismo o proceso que restringe la representación de aquello que se desea. La lucha contra esta es ardua, ya que las pulsiones están en constante búsqueda de una salida, tanto las sexuales como las agresivas destructivas.
En la primera entrega de lo que al poco tiempo se confirmaría como una trilogía, Ti West, uno de los nombres más vinculados con el cine de terror de los últimos años, aleja a A24 del horror y del ‘‘terror elevado’’ al que nos tuvo acostumbrados como público para llevarnos al más puro slasher que, al mismo tiempo, explora el terror que puede llegar a generar algo tan prístino como lo es la sexualidad así como los horrores que provoca no sólo la represión de esta, sino la represión de cualquier deseo, necesidad o pulsión que tarde o temprano terminará saliendo de la forma más violenta posible. Todo esto se encuentra enmarcado en la realización del cine porno como manifiesto de rebeldía ante un contexto cristiano y como un grito abierto ante la búsqueda de libertad personal y creativa.
West nos lleva por un irreverente viaje en carretera durante 1979 hasta una granja solitaria comandada por dos ancianos misteriosos en la que un grupete de jóvenes ambiciosos va tras su versión del sueño americano: convertirse en estrellas demostrando que se puede hacer cine porno con valores artísticos.
Encabezada por las que, apenas en ese entonces, se vislumbraban como las nuevas reinas del grito: Mia Goth ―en un impresionante doble personaje― y Jenna Ortega ―quien pareciera una reminiscencia de Jennifer Love Hewitt, otra figura del slasher a finales de los años 90―; complementadas por la carismática Brittany Snow ―quien tampoco desconoce el terror―, Owen Campbell ―quien pareciera ser un reflejo del propio Ti West―, Martin Henderson y Scott Mescudi, en 2022 llegó X, uno de los slashers más audaces que se han visto últimamente y que seguramente ganará todavía más reconocimiento con el paso del tiempo.
Con evidentes tributos a importantes películas de terror como The Texas Chainsaw Massacre, Friday the 13th, Jaws, Psycho, Evil Dead, The Shining, y sutiles chispazos a otras tantas como The Blair Witch Project, The Strangers, The Taking of Deborah Logan, este grupo de actores y técnicos del cine porno intentará filmar una película que los catapulte a la internacionalización y los haga demostrar que, sin importar el género, se puede hacer buen cine a pesar de las extrañas y amenazantes adversidades. El sueño de todo actor y director, si se me pregunta. Lo que intenta hacer incluso el mismo Ti West con esta película a través de una muy buena propuesta audiovisual y quien, por cierto, da vuelo a sus propios deseos a través del personaje llamado RJ (Campbell) ―su doppelgänger―, un director que resulta ser más conservador de lo que él cree buscando demostrar que «se puede hacer una película ‘‘sucia’’ que sea buena».
Este catálogo de referencias está lejos de ser una copia de las películas mencionadas, ya que se basa en solo algunos cimientos de esos emblemas del terror para construir su propia historia, tal como lo hizo American Horror Story: 1984 (2019) ―a opinión personal, una de las tres mejores temporadas de la serie antológica de terror y cuya estela, al parecer, continuará en la culminación de esta trilogía― y con la cual sería más acertado equiparar a estar película: nueva generación de actores en un producto dirigido a una nueva generación de espectadores para homenajear a sus antecesores de una forma eficaz, elegante, mesurada y refrescante que llega a complacer incluso a la vieja escuela.
Aunque no revoluciona el cine de terror, sí refresca al género con la virtud de regodearse en su misma fórmula slasher de masacres sangrientas y sexo divertido con momentos que rayan entre la comicidad y la perturbación; sin embargo, X hace mucho más que tan solo explorar la sexualidad desde las peculiaridades del cine porno, sino que pone el tema sobre la mesa como el detonante del terror a partir de varios cuestionamientos: ¿Qué tan perturbadora nos parece la sola idea de la sexualidad en la tercera edad? ¿Por qué nos trastocaría pensar en eso y, más aún, verlo? ¿Serán así de catastróficas las consecuencias de una represión sexual? ¿Hay un límite de tiempo en nuestras vidas para permitirnos explorar nuestra sexualidad? ¿La condena al sexo realmente ha cambiado de 1979 a la fecha? ¿De verdad es tan horripilante el mundo del porno?
En esta película vemos dichas consecuencias en el personaje de la anciana Pearl (Goth) y también en su marido Howard (Stephen Ure), quienes han sobrevivido a una vida prohibitiva y aislada en la que los placeres claramente han sido mínimos y no solo el marchitamiento que eso les ha significado, sino la sublimación de dicha represión hacia la violencia buscando liberar sus impulsos y descargándolos contra aquellos que representan lo que ellos no pudieron ser. Pero eso se profundizará en la entrega correspondiente a la precuela centrada en la anciana que solo busca un poco de cariño. Por otro lado, está el personaje de Lorraine (Ortega), la ‘‘niña buena’’ y sonidista del crew, quien simbólica y literalmente se despoja de los predicamentos religiosos de los cuales también se liberó Maxine (Goth) para expresar, explorar y disfrutar de su sexualidad como mejor le plazca.
Aunada al acertado uso de la música que ayuda a construir momentos llenos de esa iconicidad que los fans del terror, y principalmente del slasher, adoramos y celebramos, una de las mayores virtudes de esta primera entrega es su nostálgica estética oscilante entre los años ‘70 y ‘80 que es tan interesante como constante, lo cual es notorio en varias transiciones entrecortadas de un montaje inteligente que nos permiten ver a cuentagotas lo que está a punto de ocurrir a través de lo que parecieran vistazos al futuro inmediato, sumando sólo así a la expectativa por saber qué pasará.
X pareciera manejar al espectador con más preguntas que respuestas de inicio a fin como buen preámbulo a la mencionada precuela centrada en el personaje de la vieja Pearl y que cimentaría el estrellato de Mia Goth como única protagonista de la misma.