El asalto del ejército israelí a la Global Sumud Flotilla y la detención de cerca de 500 activistas de 44 nacionalidades distintas ha encendido la mecha a una oleada masiva de protestas en países como España, Grecia, Alemania, Bélgica o Italia. Ciudadanos que se echan a la calle para exigir la liberación de la Flotilla y el fin del genocidio de todo un pueblo.
“¿Pero… la huelga para qué es?” “Manifestarse no sirve de nada, de un conflicto provocas otro conflicto”. Seguro que a más de un lector le sonará haber escuchado alguna vez estas palabras en su entorno.
Un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER) descubrió que las protestas en países occidentales no suelen tener un impacto directo en cambios de políticas, pero sí logran tener una influencia en el desarrollo posterior de los acontecimientos y la línea política.
En una entrevista a la BBC, la politóloga Olga Onuch afirma que “las manifestaciones consisten en expresar lo que no nos gusta que suceda”. Especialmente en un contexto de crisis de representación en el sistema global, según asegura el periodista Vincent Bevis en una entrevista a El Confidencial. Bevis añade: “En casi todas partes la gente siente que las élites no las representan. Y tienen razón: las élites son más receptivas al poder económico que a la gente común, y hay una fuerte sensación de distancia entre el pueblo y las élites”.
La población mundial llora por las vidas destruidas y perdidas en la Franja de Gaza. Mientras, la comunidad internacional condena los crímenes de guerra y la vulneración de derechos humanos perpetrados por el gobierno de Netanyahu. Aun así, la guerra continúa.
Ver por las calles a más de 70.000 personas unidas para hacer frente a la atrocidad demuestra que todavía existe humanidad en un mundo donde se permite el sufrimiento de inocentes. El pueblo se moviliza para decir “basta”, para no mirar a otro lado, para pedir la paz a grito de “Free Palestine”.

