Mientras tanto, mi hija ya tiene a un padre como Príncipe cuando se porta bien, y un Padre Ogro cuando se porta mal; que ella haga el propio fin de su historia, que para eso es toda una mujer.
Por: Víctor Hernández
Cuando mi hija aprendió a leer, me preguntó por qué los finales de los cuentos que le leía eran diferentes a como ella los lee.
Siempre le decía que Cenicienta no se quedaba tallando pisos, ni esperando a su príncipe azul; más bien, le decía que Cenicienta salía de su casa a descubrir el mundo. Nunca me ha gustado decirle que la vida es como los cuentos de hadas, a veces peco en decirle que este mundo es una mierda. La intento preparar para la vida, para lo que le espera allá afuera, para que sepa cómo defenderse el día que yo no esté.
No quiero que crezca con la idea de ser Blancanieves, quedarse en casa para servir y ser la esclava de siete enanos. Trato de cambiarle la idea a los cuentos con protagonistas femeninas que viajan, que rompen con las reglas establecidas, que buscan soluciones a los problemas que les surgen, que hacen lo que sienten, lo que quieren, lo que desean…
Jamás le he dicho: “No hagas eso, eso sólo lo hacen los niños”. Le digo: “Sé lo que tú quieras ser: futbolista, escritora, periodista, reportera, enfermera, maestra, abogada, policía, repostera, costurera, vendedora, diseñadora, taxista, contadora. Lo que quieras…”.
Ella sabe que no será la princesa Aurora que recibirá de herencia un castillo y que esperará dormida en casa a que llegue un príncipe azul y se la lleve. Trato de que no se quede con la esperanza de que llegará un príncipe de ojos azules que le asegurará un final feliz. La preparo dándole las herramientas necesarias, para que sepa diferenciar entre un príncipe y un ogro; entre una amiga y una madrastra; entre compañeras y brujas malvadas; entre amigos y siete enanos.
Quiero que sepa valerse por sí misma, que conozca el mundo, que lo viva, que tome sus propias decisiones y, sobre todo, ejercer su derecho a equivocarse.
Ella es consciente que para ser feliz, NO son necesarios los príncipes con caballos blancos ni en el mundo real ni en el de fantasía. Si se encuentra con uno, ¡qué bien! Ojalá no sea como Bella y tenga que vivir con una ‘Bestia’ que la ate a su forma de entender el mundo, que no le corte las alas que le permiten ser libre. Que no los codicie. ¡Que luego en la realidad destiñen y dan más de un disgusto!
Tampoco la obligo a vestirse toda de un solo color. El rosa no sólo es de la mujer. Hasta yo lo uso en camisas. La mujer tiene miles de colores para escoger, no sólo uno para que se lo asignen. Hay cuentos que han hecho y hacen mucho daño cuando no ofrecen historias donde romper con lo establecido (lo establecido ¿por quién?); o bien otras historias con otras posibilidades de decisión, o con otros modelos o con otras opciones.
Desde hace ya unos cuantos años, se analiza el rol de la mujer en los personajes de la literatura infantil y juvenil, y se debate y se reflexiona sobre cuál ha de ser. Cuando se analiza el tema de la cuestión de género, siempre salen a la luz varios conceptos que no sabemos muy bien cómo abordar, por incómodos, o porque no controlamos los conceptos, como pueden ser la transformación social, las relaciones de poder, el contexto histórico, el espacio íntimo, la capacidad de elección y acción…
No hace falta que venga yo ahora a decir que las niñas pueden hacer en esta vida lo que les dé la gana (bueno, casi). Pero a lo mejor sí hace falta que hoy se presente alguien y les diga que hagan lo que ellas crean convenientes sin salirse de las reglas ni leyes, y no con historias de fantasía ni con cuentos creados para generar roles.
Hoy quise puntualizar un poco más las historias protagonizadas por mujeres que tienen deseos, aspiraciones muy diversas, que se mueven en este mundo con libertad para intentar ser felices… Y es que la ideología machista dominante nos hace ver en muchas ocasiones que las historias protagonizadas por mujeres valen menos.
Por eso, a mi hija la enfrento a otras historias con sentido crítico y con sentido común. Tiene derecho a conocer miles de finales, cuantas más versiones de una historia mejor, porque la verdad tiene muchas capas; comparar puntos de vista es enriquecedor y la diversidad en sí misma es un valor. Leerle cuentos clásicos y enfrentarla a otras historias le generará conciencia crítica para que ella sea capaz de contextualizar, de discernir, de opinar, de elegir. Leerle solamente cuentos de Bellas, de Cenicientas, de Blancanieves, de Príncipes Encantadores y Madrastras Malvadas, sin incluir otras historias, llevará a que tenga una visión muy sesgada de las opciones que ofrece la realidad a mujeres y a hombres. Por eso le doy a conocer muchas y variadas historias, para que sea crítica y no se deje engatusar.
Historias con protagonistas femeninas un tanto rebeldes, apasionadas, intrépidas, soñadoras, innovadoras, que viven en busca de sus objetivos, de rebelarse contra los cánones establecidos, de ser atrevidas en el intento de ser libres y auténticas.
Mientras tanto, mi hija ya tiene a un padre como Príncipe cuando se porta bien, y un Padre Ogro cuando se porta mal; que ella haga el propio fin de su historia, que para eso es toda una mujer.
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