¿Cómo voy a escribir mi última crónica si no soy consciente de todo lo que he vivido en 24 horas?
No soy consciente de que he vivido un Mundial en Argentina, en verano por primera vez para esta parte del hemisferio y el último de Messi.
No soy consciente de la emoción que me ha transmitido este pueblo. Volver a emocionarme por un gol o poner mis manos en forma de rezo y pedirle al mismísimo “Dieguito” que ayudara.
No soy consciente de que viendo la televisión era todo una locura colectiva, pero bendita locura.
No soy consciente que me metí a saltar y corear como una argentina más en el monumento.
No soy consciente de que este Mundial lo he vivido en Rosario, la ciudad del fútbol.
Porque el fútbol será un juego, chutar un balón y meter un gol. ¿Qué misterio tendrá el fútbol? No hay ninguno.
Sin embargo, la Argentina me enseñó que es mucho más; es salir a la calle y encontrarte con amistades o hacerte nuevos; es saltar de la emoción; es emocionarse con toda la gente; es vivir una pasión de manera colectiva. Es sentirte parte y el pueblo argentino siempre supo recibir con los brazos abiertos.
Argentina, gracias por este Mundial y por tu forma de vivirlo. El recuerdo perdurará siempre en mí.
Gracias, fútbol, por ser ese misterio que la locura puede llegar a entender.
Agito mis puños, beso y abrazo por última vez; y entonces soy consciente de que volví a ilusionarme. Y la tercera ya está acá.