Salah y el Cairo

La capital de Egipto, una urbe de 20 millones de personas, es un sitio exótico y caótico, en donde, de unos años a la fecha, es el fútbol una de las actividades que más desarrollo tiene. De una charla con Habibi (amigo), un egiptólogo guía de turistas desde hace 25 años, nace la idea de escribir sobre esta tremenda urbe y su héroe.

Transitar las avenidas cargadas de su extenuante tráfico es recorrer el culto a una sola persona, el delantero “10” de la selección africana y “11” del Liverpool de la Liga Premier, Mohamed Salah.

La zona metropolitana de El Cairo es por igual sede de los poderes públicos, como de los hoteles más exclusivos o las colecciones más impresionantes del legado de la historia faraónica. Alberga las icónicas pirámides, impresionantes templos, mezquitas y palacios, así como es sede del Estadio Internacional, primera casa de su selección.

Foto: Jesús Olmos

La ascendente veneración a Salah coincide con el momento político de un país que se reconstruye después de la salida de Hosni Mubarak, quien gobernó 30 años, las elecciones democráticas que llevaron a los Hermanos Musulmanes al poder y que un año más tarde fueron depuestos por el régimen militar de Abdelfatah el Sisi, quien sigue al mando.

Las miles de fotos del presidente, reconocido por estadunidenses y europeos pese a su origen militar golpista, solo son superadas por la omnipresencia del crack del fútbol de Egipto y del continente.

La fiebre es tal que en el Banco de Egipto se ofrecen al menos nueve variantes de tarjetas de crédito con el rostro alegre del jugador más caro del continente. En paredes se escribe su nombre como un grafiti, en bardas se anidan pegatinas con su cara sonriente, en sus mercados salta su nombre en todas las tiendas de recuerdos, Salah “El Rey de Egipto”, se lee casi hasta en la sopa.

Foto: Jesús Olmos

Con muchas dificultades consigo comprarme la icónica playera nacional del “10” y a la primera oportunidad la uso, un tanto por vanidad y otro como experimento social. En esta ciudad tampoco es que se vean muchas playeras de fútbol, me dice este guía, y explica que mucho de ello es debido al alto costo que representan para el egipcio promedio.

En la Citadel de Saladino y en el hotel, los egipcios y yo nos entendemos alrededor del mito del mejor jugador de la historia de este país.

Un taxista intenta hacer negocio conmigo por un viaje a cambio de la playera de su “10”, me niego e insiste que podría llevarme al otro lado del mundo sólo por amor a su ídolo.

El conjunto egipcio no alcanzó a calificar al Mundial de Qatar, y sobreentiendo que por eso en el país no explota la fiebre por la máxima celebración del fútbol en el orbe. Para ellos, es inverosímil que su rey (del fútbol) no dispute la justa de este fin de año.

Foto: Jesús Olmos

En los cafés, donde los egipcios normalmente se paran de frente a la calle a ver transcurrir el intenso tráfico, han decidido voltear las mesas en dirección a la televisión para ver a su estrella enfrentarse a Bélgica, en un juego de preparación rumbo al Mundial.

El día que el guía nos muestra Alejandría, que alberga el Estadio Borg El Arab, segunda sede del seleccionado egipcio, nos asegura que hay una fiebre de antenas parabólicas en las casas para conectarse a 500 canales de televisión, pero la mayoría, solo busca llegar a los juegos de la liga inglesa para ver al ídolo.

De regreso a El Cairo color arena, Habibi y yo hablamos del equipo nacional, del sueño fallido de Qatar y del fenómeno Salah.

“Solo pedimos cese a las guerras en la región y que el sueño de Salah siga en el alma de los niños”, dice mientras el fútbol nos hace coincidir que muchas veces este juego simple de la pelotita es un bálsamo ante los conflictos del mundo.

Foto: Jesús Olmos

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