Albania es uno de los grandes tesoros inexplorados sobre la costa del mar Adriático. Hablamos de un país amable, capaz de sobreponerse a algunos vestigios de la feroz etapa comunista, y que presume una mezcla de naturaleza excepcional. De norte a sur hay irresistibles playas, lagos, bosques, además de edificaciones de la época otomana y herencias griegas que hacen de este lugar un destino muy completo dentro de la península balcánica.
A falta de opciones, me convertí en el chofer de mi grupo de amigas. Los primeros kilómetros los recorrí con cierta apatía. Tirana, la capital, tiene un caos vial un poco intimidante y no pude evitar tensar los hombros las primeras horas del trayecto mientras conducía. Una vez estando en la carretera, aunque un tanto sinuoso, el camino fue mucho más llevadero. En retrospectiva, el perderme en aquellos parajes, entre montaña y los lagos, con la mente en blanco y mi playlist, se convirtió en mi ritual favorito de viaje.
En camino a Gjirokastra, conocimos a Ilir, un albanes dueño de la tienda donde hicimos parada para estirar las piernas. Ansioso de mostrarnos su país y presumir sus bellezas, pasamos largo rato charlando y bebiendo un par de cervezas. La luna poco a poco tomaba fuerza y se reflejaba cada vez más brillante en el lago Kurvelesh. Me contó que era DJ en sus ratos libre y evocó su romance fugaz con una francesa que le robó el corazón y enseñó la lengua de Napoleón. Luego, me compartió fotos de su familia y de sus lugares locales favoritos. Nos regaló un CD con música de Albania, dio algunas indicaciones y nos despedimos de la manera en que solo son capaces de despedirse los amigos. Nunca vi tanta pasión al escuchar a alguien hablar sobre su lugar de origen. Albania había permanecido alejada del mapa turístico por muchos años, de ahí la emoción de Ilir al vernos, poder compartir historias y hablarnos de su tierra.
Durante el régimen comunista se construyeron más de 700 mil bunkers sobre la superficie albanesa, como reflejo de la paranoia del dictador Enver Hoxha. Me generó un gran impacto encontrarlos por todos lados. Quizá sea precisamente esa atmósfera turbia, distante y fría que emana de un pasado convulso, la razón principal por la que los viajeros todavía se mantienen alejados. Con el paso de los días descubrí que es uno de los lugares más acogedores y cálidos que he visitado. Desde mi perspectiva, el encanto de este lugar es la simplicidad y su belleza sin pretensión. En Albania se come, se bebe y se respira sin complicaciones. Puede llegar a ser un poco rústico y accidentado, pero, como en todo, es ahí donde radica su magia.