Soñé con tu rostro de inocencia,
tallado con la armonía de tu interior,
que es café con leche en las mañanas.
Al pensarte los recuerdos son
imágenes de una brisa fugaz:
el tiempo fue corto, pero se sintió toda una vida,
que se bifurca entre corazones perdidos,
en una trivia en que el enamoramiento
es una pérdida del ser: cuando se ama, se rechaza,
se renuncia a un hecho transparente, se hacen de lado
estrellas que alumbran el camino por confiar
en un Sol, que eres tú.
Existes en mis pensamientos:
son oníricos, mas se sienten reales,
como si una esperanza esperara
por nosotros al final de las caras
en nuestro juego de cartas:
ganamos, perdemos, somos
apostadores del amor que sabemos dar,
pero no recibir.
Extrañas una historia que fue,
pero ya no podrá renacer;
ese lapso de sentimientos encontrados
intranquilizan mi sentir.
Las palabras de nuestro prólogo recapitulaban
anécdotas que soñábamos.
El comienzo de nuestra novela tenía aristas
de dónde ceder a un nuevo comienzo en
nuestras vidas: no había antagonistas,
éramos los protagonistas.
El desarrollo se fue perdiendo entre párrafos
mal escritos: no explicaban la razón
del desinterés, del alejamiento, de la falta
de cariño, solo seguían sin un punto de partida.
Aún no hay final:
sigues esperando una vorágine del pasado:
si no resulta, tienes asegurado mi corazón,
pero este se llega a cansar de esperar:
no importa el cuánto te anhele, te extrañe y te quiera,
a pesar de la angustia y el dolor, me elijo a mí.