Categorías
Editorial

Aquí y ahora 

Que la vida se inunde de asombro, como quien escucha una melodía por primera vez, sin comprender sus notas, pero sintiendo que la música lo atraviesa.

Que lleguen los colores que nadie ha previsto, los que aún no se nombran en los libros ni en los sueños. Que la vida se ramifique en múltiples formas, como raíces hambrientas que buscan el corazón del mundo.

Que la vida se encienda con luces que no dependan de las estrellas ni de la electricidad, sino de algo que aún no sabemos cómo mirar. Que camine caprichosa sin rumbo fijo, y que su risa se eleve más allá de la memoria. Que no busque explicación en los días que han quedado atrás, sino que se apodere del presente con la vitalidad de un recién nacido.

Que la vida no tema vivir, que sea valiente, como el jaguar en la selva. Que viaje sin destino, como lo hace el aire, y que transite las malas horas sin el peso de las preguntas. Que se mantenga, sin agotarse, en el constante retorno de lo vivido, que sea exultante, como si el principio estuviera por llegar.

Que la vida se funda en lo que no se ve y se restructure en lo que no se espera. Que se revele en la plenitud del instante, cuando el tiempo se olvida de sí mismo, y se suspende, como las miradas que se fijan en el misterio. Que no le preocupe el olvido y, sin embargo, que logre dejar rastros, como los pasos que se marcan en el barro y al primer aguacero se borran, pero siguen existiendo en el recuerdo de quien los vio. Que no se incline ante las certezas, sino que se erija sobre ellas, desafiante, sin necesidad de explicación ni razón.

Que la vida sea frágil. Que en su vulnerabilidad se haga grande, como la semilla que, pese a su pequeñez, impulsa a la selva a crecer. Que no se amilane por sus grietas, sino que las asuma como parte de su grandeza, como las cicatrices que nos marcan el rostro y cuentan historias sin necesidad de palabras. Que se ame a sí misma sin condiciones, ni ataduras, sin necesidad de ser entendida, solo siendo lo que es, sin medir su valor en función de otras vidas. 

Que la vida se inunde de asombro, como quien escucha una melodía por primera vez, sin comprender sus notas, pero sintiendo que la música lo atraviesa. Que no tenga miedo de cambiar, de deshacer lo hecho, de reconstruirse una y otra vez, siempre de distintas formas. Que sea indomable, salvaje, como el fuego que encuentra lugar para seguir ardiendo. Que la vida, por encima de todo, sea una apuesta constante, un vuelo sin altímetro, y que, al final, cuando parezca perderse, prevalezca la certeza de haber vivido constante, permanentemente, en el único lugar que importa: aquí y ahora.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *