Escribir sobre nuestra América es bastante doloroso. Históricamente hemos visto cómo nuestro territorio y nuestra gente es sometida de manera cruel e inhumana, por algunos -que creyéndose dioses- han abusado del poder y valiéndose de su posición, casi terminaron por aplastar los sueños y esperanzas de un continente, que bien podría escribir una parte muy importante de sus orígenes con sangre y lágrimas y aún así, creo yo, no sería suficiente para contar toda la tragedia que nos embarga.
Creo entonces, que el dolor ha hecho casa en nuestra vida diaria, nos viene habitando desde hace tanto tiempo que, para nosotros, se ha vuelto tan común andar mientras diferentes formas de ese dolor, nos acompañan en las cosas cotidianas o rutinarias. En la suma de todo esto, escribir sobre nuestra América viene siendo un acto de hidalguía y también una manera de vaciar toda la agonía que hemos ido acumulando, mientras tratamos de reinventarnos para afrontar con suficiente rigor las batallas que nos traerá el mañana.
El año mil novecientos ochenta y cinco es una fecha que vive en la memoria de muchos países pero, por sobretodo, en la de los argentinos, ya que fue ese momento en el que la justicia dio un poco de esperanza e hizo frente a los excesos y atrocidades de quienes sembraron muerte y destrucción en aquel hermoso país. Entonces, para contar con valor y hondura tales actos deleznables y reivindicar la memoria de aquel combate contra la impunidad, surge la película Argentina, 1985 del cineasta argentino Santiago Mitre. Esta, es una cinta testimonial, que nos da un recorrido por la vida de quienes por el hecho de atreverse a pensar diferente, fueron sometidos a formas horrorosas de tortura que incluía tratos crueles e inhumanos.
Santiago Mitre, toca con mucha profundidad los casos de personas desaparecidas de manera forzada en su natal Argentina. Me parece que el rigor con el que aborda su trabajo es tan bueno y honesto que, en muchos intervalos de la película llegué a creer que estaba frente a una ficción muy bien fraguada y no ante casos reales, de hombres y mujeres que hasta hoy día, siguen sin ser encontrados. Mitre, también desgrana algunas de las historias más amargas, que dejan un enorme nudo en la garganta de los familiares que se atreven a contarlas y de quienes a la misma vez deciden escucharlas. Todo esto acompañado de un trabajo fotográfico hermoso y logrado con un valiente fragor de resistencia.
Siendo este, un cine histórico, no podían faltar las referencias a los hechos que ya forman parte del andar diario en la Argentina. Es aquí donde Mitre se vale de sus personajes principales para hacer que su historia transite sin naufragios, sin encallarse en las banalidades de los sectores que aún rechazan las desapariciones forzosas y las califican como “justicia contra los que se sublevaron y trataron de desestabilizar a la Argentina en aquel momento”. Sabiendo ellos que, tales actos deleznables sólo estaban llenos de saña y odio que impulsaban los tiranos de turno. También debo destacar que el cineasta tampoco deja lagunas en la memoria histórica, su obra la construye respetando el dolor y el sufrimiento de madres y padres que por lo menos, esperan encontrar los cuerpos de sus hijos desaparecidos por la mano cruel y arrolladora de algunos miembros del ejército argentino.
Argentina, 1985 es un testimonio de amor y de dolor contado desde las realidades y traumas que aún viven quienes fueron sometidos a diversas formas de tortura en la dictadura de Jorge Rafael Videla y sus secuaces que, valiéndose de su posición defenestraron no solo la democracia de aquel país, también los sueños de muchos hombres y mujeres que por el hecho de pensar diferente fueron ejecutados de manera extrajudicial.
Argentina, 1985 también es un pequeño hálito de esperanza, para quienes siguen buscando justicia para los suyos, luego de tantos años tratando de que su memoria y su legado, no se quede en el mas cruel de los olvidos. Santiago Mitre, supo narrar con belleza y ternura, toda la tristeza que sigue habitando en los corazones de quienes exigen justicia para sus muertos, sus torturados y sus desaparecidos.