La especulación y gentrificación inmobiliaria nos aleja cada vez más de nuestro derecho humano a la vivienda, aunque vivimos en un planeta con un suelo que contiene los elementos químicos necesarios para que todas las personas pudieran construir y vivir en una casa, en la actualidad adquirir una vivienda es costoso e inaccesible para la gran mayoría en el mundo.
El medio Animal Político reportó que en la capital de México una vivienda cuesta, en promedio, 5 millones de pesos y rentarla 15 mil al mes, cuando el salario mínimo es de 7,568 pesos mensuales. ¿Por qué es tan difícil contar con un techo y cuatro paredes que nos protejan del frío, de la lluvia y otras inclemencias que podrían matarnos? ¿Existen formas más justas de compartir las ciudades y el territorio, garantizando un hogar para todas las personas?
La tierra, una casa grande donde cabemos todas
Las casualidades atmosféricas permitieron que existiera la Tierra, un planeta con las condiciones necesarias para ser habitado:
– Distancia adecuada al sol para que tenga agua y en forma líquida.
– Tierra, resultado de la erosión de grandes rocas con propiedades y nutrientes variables según sus minerales.
– Espacios entre las partículas del suelo con aire, que proporciona oxígeno a raíces y microorganismos del suelo.
Estos cuatro elementos permitieron biológicamente la vida en la Tierra a través del crecimiento de las plantas y por lo tanto de alimento para nosotras y otros seres vivos, pero pueden serlo para construir una casa.
Construcción con tierra y arquitectura colectiva
La palabra adobe viene del árabe y significa “ladrillo sin cocer”. Es una técnica ancestral de bioconstrucción que consiste en vaciar una masa de barro y paja en un molde, creando bloques de tierra que se dejan secar al sol. Los adobes se utilizan para construir muros que generan confort térmico, combinados con ventilación y una adecuada orientación de las aberturas.
El 19 y 26 de septiembre de 2024, las arquitectas Ingrid Haro y Ángeles Valencia, junto con Colectiva Argamasa, compartieron un taller para mujeres, donde se construyeron adobes y fue impartido en Ecatepec, Estado de México.
Este municipio de la periferia norte del Valle de México es conocido por su inseguridad y actos de violencia, los cuales, como originaria de allí, experimenté en carne propia y con el conocimiento de los cientos de reportes de mujeres desaparecidas y noticias de feminicidios que se perpetúan con impunidad desde hace décadas. Una de las asistentes al taller compartió que su familia se preocupó y consideró riesgoso a dónde iba, y pudo tranquilizarlos hasta que les mandó una foto de los chilaquiles verdes que se ofrecieron a las mujeres constructoras.
Después del desayuno, reflexionamos sobre nuestros primeros recuerdos con la tierra. Muchas recordamos los juegos de la infancia, las caídas, los lugares de origen. Todas coincidimos en que, con los años, habíamos perdido el contacto con la tierra y menos aún la reconocíamos como un material para construir.
Las arquitectas de Argamasa mostraron imágenes y datos de la presencia histórica de la construcción con tierra en el mundo, como en la Muralla China o en la Pirámide del Sol en México y también el archivo vivo “Algunas mujeres que construyen con tierra”, con nombres y semblanzas de mujeres involucradas en esta labor.
Construir con tierra no sólo es históricamente posible, también tiene beneficios para el futuro ambiental, ya que su material es abundante, fácil de obtener y dialoga con su territorio. Su proceso genera una mínima huella de carbono, promueve la eficiencia energética y utiliza poca agua en comparación con el concreto. Otra diferencia esencial con las construcciones industriales es que la inversión no se gasta en material, sino en la mano de obra, lo que promueve el trabajo justo y la economía local.
Receta del adobe
Primero remojamos la tierra, asegurándonos de que tuviera la consistencia adecuada. Durante el taller trabajamos con tierra de Morelos y de Puebla, identificamos sus diferencias en colores y texturas y reflexionamos cómo esto diferenciaba la experiencia de amasarlas con agua hasta formar una arcilla suave. Posteriormente, agregamos paja para crear una mezcla que pasara una prueba de viscosidad a través del fenómeno natural de la gravedad y con esta argamasa de ingredientes, rellenamos moldes de madera rectangulares con la presión de las manos que se dejaron secar durante una semana.
En la segunda sesión del taller, desmoldamos nuestros adobes y descubrimos con emoción que todos habían resultado exitosos y al mismo tiempo ninguno igual al otro: cada una creamos una pieza única de tierra que en unión podrían construir un hogar.
Colectivizar la vivienda para resistir la crisis
Este taller de adobe nos mostró que existen formas más humanas de construir, opuestas a las prácticas industriales que han convertido el derecho a la vivienda en un negocio. El adobe, en cambio, propone soluciones comunitarias a problemas globales, como la crisis de vivienda. Las construcciones industriales no sólo afectan el ambiente, también individualizan la vida, lo que vuelve las zonas urbanas más hostiles, sobre todo para mujeres y niños.
En su práctica y reflexión, este taller de adobe nos invita a colectivizar soluciones e imaginaciones ante un problema global como es la actual crisis de vivienda y será impartido en Chapultepec, Ciudad de México el próximo 19 y 26 de octubre. Conoce cómo inscribirte y las distintas promociones para hacerlo en todas las redes sociales de Colectiva Argamasa.
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