I
Sucede que comienzo a
fragmentarme
y se me dificulta el armado
cada amanecer.
No soy ése que los amigos creen
tampoco lo que mis críticos aseguran,
tan sólo soy alguien que
comienza desvanecerse.
Los años avanzan y lejos
estoy de lo que anhelé.
La sombra,
eterno recuerdo,
parece ser la única compañía
que me queda.
II
Cada noche un parte de mí
se desprende
o al menos,
se difumina.
Al dormir guardó una hora
de silencio
para recordar al que fui.
Cada mañana la contradicción
se apodera de mi ser:
por un lado, la ligereza
del nuevo comienzo;
por el otro, el luto
de la pérdida.
Duele saber que al anochecer
algún sueño o alguna ilusión
se desprendió de mí.
Anima saber que al amanecer
algo mágico sucederá y
la vida volverá a tener color:
un abrazo reconfortante,
alguna sonrisa espontánea
o una cerveza en gran compañía.
Aunque, casi siempre,
me conformo con el sol
iluminando
mi solitario andar.
III
Al mirar la luna busqué tu rostro
y no hallé nada,
a través de ella, te invoqué
y sólo regreso mi eco.
El silencio resulta ruidoso
cuando es lo único que te rodea;
la soledad, su hermana,
también aturde de día
y tortura de noche.
Como es adentro es afuera,
reza el Kybalion,
y mi corazón es claro testigo.
Temo que el frío lo convierta
en un iceberg que haga
naufragar mis anhelos.
Mañana saldrá el sol
y serán más horas que se suman
o restan a lo que llevo de vida.
Una operación matemática
de poca monta que me recuerda
que lo único seguro es mi muerte;
Ojalá me encuentre en compañía
de personas sinceras y
no bailando en un festival de máscaras.