«Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto)».
Funes el memorioso; Jorge Luis Borges
Había escrito una historia y la extravié. No me refiero al escrito, ese lo conservo. La historia fue la que perdí.
Mi escritorio no es, en ningún sentido, ejemplo de orden (¿y progreso?). Asumo la responsabilidad de ello sin duda alguna. Las llaves, los anteojos, el móvil, incluso la razón, han dejado de estar a la vista –de mi vista– a veces días enteros. Sin embargo, nunca –creo, estoy seguro– me había sucedido esto.
Por la mañana, tan pronto terminé con mis actividades cotidianas (ejercitarme, desayunar, llevar a mi hija menor a la escuela), me senté frente a la computadora con el afán de terminar o, al menos, avanzar sustancialmente en lo que estaba escribiendo. Y lo único que pude ver fue precisamente eso: el escrito. Estaba intacto.
La historia, sin embargo, había desaparecido. La perdí. Sé que suena a excusa, pero yo estoy convencido de haberla dejado ahí mismo, justo en el documento en el que estaba el escrito. No, no se trata de un archivo que no “salvé” anoche. Esto es otra cosa, el texto está con la fecha y hora exacta en la que terminé de escribir. Repito, lo que no aparece es la historia que yo contaba.
Estuve preguntándole a ChatGPT acerca de esto. Me dio posibles soluciones técnicas y detalles que, quizá, pudieron influir para que la historia no aparezca. Sin embargo, nada de la información que me proporcionó concuerda o me resulta útil. No soy una persona a la que le guste la informática o sepa de qué van los programas ajenos a mis oficios. Seguí los pasos que me sugería y en ningún caso pude recuperar lo que buscaba.
Al despertar tuve una corazonada, una duda o –a lo mejor– lo que llegó a mí fue una certeza, una verdad inescrutable. Pensé que quizá la historia no quería ser contada, no quería que su presencia o su periodo de vida fuera conocido por nadie además del o los involucrados en ella. Quizá dudó ella misma de su existencia y se desvaneció. Es probable, también, que haya huido al lugar donde las historias jamás contadas residen. No tengo idea.
O simplemente, soy yo la persona que no quiere recordarla.

