Luego de aquella época gloriosa en los 70, en la que obtuvo dos Palmas de Oro (La conversación, 1974 y Apocalipsis ahora, 1979) y cinco premios Oscar (Patton, 1970; El Padrino, 1972 y El Padrino Parte II, 1974), Francis Ford Coppola experimentó una serie de altibajos que lo llevaron por senderos extraños, con algunos filmes intrascendentes y otros que, aunque poderosos, no alcanzaban las glorias pasadas.
En pleno 2024, Megalópolis polarizó a la crítica de Cannes y fue un estrepitoso fracaso en taquilla, con un presupuesto de 120 millones que no fue recuperado y una historia que en su ambición, terminaba perdida. Pero nadie puede negar que Ford Coppola es, ante todo, un visionario, un artista terco en experimentar e innovar en una industria que para algunos, se ha acercado peligrosamente a su muerte.
En 1979, luego de que su amigo Bill Graham le compartiera una “peculiar” galleta con algún tipo de estupefaciente, Coppola tuvo un momento de bizarra lucidez, cuando subió al escenario de los Oscar para entregar el premio a mejor director a Michael Cimino.
Ante millones de espectadores y la mirada atónita de la actriz Ali MacGraw, que estaba a su lado, Francis dijo: “Estamos a las puertas de algo que hará que a su lado la Revolución Industrial parezca un preestreno. Estoy hablando de una revolución en la comunicación y creo que está llegando a gran velocidad. Veo una revolución en la comunicación que abarca el cine, el arte, la música, la electrónica digital, los ordenadores, los satélites y, por encima de todo, el talento humano. Se van a crear cosas que los maestros del cine, de quienes hemos heredado este negocio, jamás hubieran pensado que serían posibles”.
En esas líneas, el cineasta ya hablaba de la inminente llegada del internet, la inteligencia artificial, el streaming, los smartphones y todos los demás elementos que hoy, tienen acaparada la atención y se han vuelto parte de la vida diaria. En su afán por fusionar los elementos clásicos del cine y el teatro, con la modernidad del multimedia, Francis Ford Coppola propone lo que el llama el cine en vivo, una nueva forma de hacer arte, en donde la toma del cine, la escena del teatro y el evento de la televisión, convivan de forma armónica, creando un lenguaje innovador en directo.
El cine en vivo y sus técnicas (2017) es varios libros al mismo tiempo: la crónica de los dos talleres experimentales que Coppola desarrolló en el Oklahoma City Community College y la Universidad de California, entre 2015 y 2016; un manual de producción minucioso que disecciona el proceso del cine en vivo, exponiendo las ventajas, problemas y posibilidades del nuevo medio; el volumen es también un recorrido por la memoria del legendario director, que menciona algunos de los momentos más intensos en la filmación de sus películas.
Todo un manjar para estudiantes de artes visuales, El cine en vivo y sus técnicas presenta ideas muy personales de Ford Coppola, como aquella donde explica las complejidades de verse atrapado entre las distintas filosofías de dos de los mas grandes directores de fotografía de todos los tiempos: Gordon Willis y Vittorio Storaro.
Mientras con el primero filmó El Padrino con ese estilo clásico y estilizado, cuidando cada toma y encuadre, con el segundo en la trepidante Apocalipsis ahora (1979) la cámara va de un lugar a otro sin parar, transmitiendo la vorágine que consume a los personajes.
Max Ophüls y Yasujiro Ozu son otros dos referentes con los que el también guionista insiste en describir las posibilidades de un estilo al servicio de la historia.
En su lugar de trabajo, Francis tiene siempre colgado un papel con el título Notas de FC sobre la historia y los personajes, con nueve puntos interesantísimos para cualquier aspirante a guionista.
Pero el que más llama la atención es el punto 6: “Una toma puede ser una palabra, pero mejor si es una frase”. Incluso su hija Sofia (quien también tiene en su escritorio las notas de su padre) le preguntó qué quería decir con eso.
La respuesta es simple, pero no por eso menos enérgica: “Al final respondí a Sofia (y a mí mismo) que una toma puede ser como una palabra en el sentido de que expresa una idea simple: por ejemplo, en una toma del ayuntamiento, la palabra equivaldría a ‘aquí’. O puede ser como una frase: una toma del ayuntamiento, con la sombra de un hombre linchado proyectada sobre el edificio, puede interpretarse como: ‘aquí se abusa a menudo de la justicia’.”
El poder de la cinematografía, en unas cuentas líneas. El cine en vivo y sus técnicas está editado por Reservoir Books.