La sinopsis de El Gran Gatsby, la novela que encumbró a F. Scott Fitzgerald, nos introduce la historia de la siguiente forma: “Jay Gatsby, el caballero que reina sobre West Egg, es el arquetipo de aquellos míticos años veinte en que pareció que todo era posible, un tiempo de felicidad entre el horror de la Primera Guerra Mundial y la barbarie de la Segunda. Junto al resto de los protagonistas, representa a la Generación Perdida, a todos aquellos «jóvenes tristes» que personificaron el mito de la pasión y el desamor, de la literatura que se funde con la vida”.
El gran personaje de Fitzgerald representa al hombre con red en mano y mariposas en el aire, años después de que éstas se extinguieran. Sólo quiere recuperar un momento que nunca fue suyo, un futuro que jamás existió. La obra muestra a un hombre que destruye y recrea una nueva vida en la que se convierte en un desconocido de sí mismo, manteniendo tan sólo una similitud con quien un día fue: el deseo por una mujer con nombre de flor.
A través de sus páginas e inteligentes diálogos, donde se dice más entre líneas de lo que se obtiene a primera vista, el autor es capaz de retratar un dolor que subyace en el fondo del pecho, dolor que se disfruta hasta la saciedad, apaciguado al otro lado de la bahía, pero igual de intenso que antaño.
Gatsby, nuestro protagonista, es la recreación y caricaturización de todos los que creen que sufrir por amor es la única manera de que sufrir valga la pena. Es alucinante como, entre tanto misterio y exceso, entra tanta hipérbole y multitud, la historia de Jay Gatsby trata sobre un lobo solitario que no aúlla a la luna, sino a su reflejo en el arroyo.
Se trata de un libro de sueños y vida, viceversa y puntos suspensivos. El Gran Gatsby representa en su plenitud al hombre americano hecho a sí mismo, siguiendo el camino que le conduce hacia su propia destrucción. La historia sirve como espejo de una sociedad donde el alpinismo social se hace imposible, sociedad que promueve la riqueza del que ya tiene y la pobreza del que quiere tener. Se observa la hipocresía y mediocridad de una población con bolsillos llenos, pero vacía de espíritu.
Así, Fitzgerald, una de las grandes voces de la narrativa estadounidense de la primera parte del siglo XX, logra dibujar con exquisita precisión un momento en el tiempo que podría datar con fecha de hoy.
Y así seguimos adelante, botes contra la corriente, empujados sin descanso hacia el pasado.