Después de dieciséis largos años sin publicar obra nueva, se ha anunciado el lanzamiento de dos novelas inéditas –y conectadas entre sí– de Cormac McCarthy para finales del 2022. Me hizo recordar un poco a la banda Tool y la incertidumbre que se generaba con el paso de los años sobre si algún día lanzarían un nuevo álbum.
Desde que se publican libros de McCarthy (1965) nunca había dejado pasar tanto tiempo estando entre las sombras, y vaya si el autor nacido en Rodhe Island sabe lo que significa la sentencia: «entre las sombras». Imagino perfectamente la ansiedad de sus editores, quienes sabían que McCarthy estaba escribiendo, pero que veían pasar los días sin tener nada claro, y con un hombre de ochenta y ocho años, el panorama se complicaba un poco.
El anuncio de que serán lanzadas The Passenger en octubre y Stella Maris en noviembre, (y que aparentemente la edición en español contendrá a ambos libros en un solo volumen) ha significado un alivio enorme para el mundo literario que ha sonreído con la malicia del mismísimo juez Holden y que necesitaba de nuevo algo fresco y recién salido del horno del que tal vez sea el mejor escritor vivo del planeta.
La obra de McCarthy podría dividirse en dos partes. Desde su ópera prima, El guardián del vergel (1965) hasta el termino de la trilogía conocida como la Trilogía de la frontera compuesta por las novelas: Todos los hermosos caballos (1992) y que, muy personalmente, creo que tiene uno de los títulos más bellos de toda la literatura universal, En la frontera (1994) y Ciudades de la llanura (1998) como la etapa barroca del autor, donde se caracteriza por un tono narrativo con precisión en los detalles, las descripciones poéticas de los paisajes, y complejos entresijos filosóficos. Y la etapa que conforman sus dos últimas novelas: No es país para viejos (2005) y La carretera (2006) que supusieron un cambio notable en la forma de escribir del estadounidense, envolviéndose más en un estilo minimalista, de diálogos directos, y escenarios cinematográficos, tanto que ambas contaron con adaptaciones a la pantalla grande y teniendo notables éxitos culminados en un Óscar a la Mejor Película para No es país para viejos dirigida por los hermano Coen.
Según Reagan Arthur, editor del McCarthy, estamos a punto de presenciar un estilo totalmente nuevo «… No se parecen en nada de lo que ha escrito antes»; sin embargo, la especulación no se ha hecho esperar y los lectores ansían saber si Cormac ha vuelto a su estilo barroco inicial o si se mantendrá en el mismo trance minimalista de sus últimos trabajos.
Repasar la carrera monumental de McCarthy, es detenerse en su obra maestra: Meridiano de sangre (1985), novela que se balancea entre el wéstern y el anti-wéstern y que resume la potencia literaria del autor. Una novela que resulta la apoteosis de la poética del salvajismo. Hija legítima de la obra de Faulker y Melville, de este último, puntualmente en un paralelismo con Moby Dick al alcance solo de los elegidos. Una novela inolvidable que le debió suponer de inmediato el Nobel de Literatura y que sigue mereciendo desde ese entonces.
En la carrera de McCarthy, sus lectores nunca se han visto sorprendidos por la decepción, ni siquiera sus más ortodoxos seguidores, tampoco con su cambio de estilo (del que siguió manteniendo su esencia más pura; la de la violencia y los inagotables recursos literarios de poderosas imágenes), y, por el contrario, con cada entrega, ha ido sumando una nueva legión de ávidos lectores. Así que la noticia ha retumbado en todo lo alto y ha generado una expectativa literaria que difícilmente tenga precedentes en los últimos años.