De la mano de nuestros camaradas de Ediciones Menguantes, traemos este breve cuestionario a Marc Caellas y Esteban Faune de Colombi, autores de Dos hombres que caminan.
¿Qué es para ti viajar y para qué crees que sirve?
Esteban: Viajo por viajar, parto por partir. Lo pienso poco, lo siento mucho. Supongo que para algo debe servir, como todo. Y si no sirve, sin problemas. Al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo, como pretendía Baudelaire en un poema titulado justamente «El viaje». Viajar sirve para perderse, que es un extraño modo de encontrarse; sirve para volver a los lugares, para entrenar los sentidos, para ganar paciencia, para no entender un idioma, para alejarse, para viajar sobre lo ya viajado. Baudelaire, en el mismo poema: “¡Y qué pequeño el mundo para los ojos de la memoria!”. Tengo la sensación de que el más desafiante de los viajes es el inmóvil.
Marc: Sin que sirva de precedente, opino como la RAE. Viajar es trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción. Si sirve para algo, es mejor no saberlo antes de partir y, con suerte, aprenderlo al regreso.
Un destino al que no irías nunca.
Esteban: Hay lugares que a priori me interesan menos que otros, pero nunca diría nunca. Ni al infierno le daría ese privilegio. ¡Vamos!
Marc: No tengo este tipo de manías.
No te importaría ir a vivir a…
Esteban: Al Congo belga. ¡Qué ganas! ¿Existe?
Marc: México
Un libro que hayas releído.
Esteban: Uno que releo, y es de viajes… ¿pero qué libro no es de viajes? Ir de la cama a la cocina es viajar. El libro, perdón: Watermark, de Joseph Brodsky.
Marc: Bajo el volcán, de Malcolm Lowry.
Uno que no pudiste acabar.
Esteban: Muchísimos, y no me inquieta (los de poesía, por ejemplo, se leen en general de a partecitas. Recientemente: Ingleses excéntricos, de Edith Sitwell.
Marc: Alguno de César Aira. Me detuve cuando sentí que el propio Aira se había cansado de escribirlo.
Un personaje de la literatura que te parezca imprescindible.
Esteban: El viajero Ulises
Marc: Hunter S. Thompson
Te defines como alguien…
Esteban: Sin un ápice de broma, así: «alguien».
Marc: Libre
Te saca de tus casillas…
Esteban: Últimamente casi nada, pero preferiría no ver a alguien hundir frente a mí un croissant en el café.
Marc: La obsesión del ayuntamiento de Barcelona por regular cada esquina del espacio público.
Algo que te gusta/Algo que cambiarías del lugar donde vives.
Esteban: Estoy fascinado y agradecido de vivir frente a la montaña de Montserrat. ¿Qué cambiaría? Pues me gustaría que hubiera un poquito de agua alrededor. Un río, un riito. El Riíto es, curiosamente o no, un ejido del municipio de Huatabampo ubicado en el sur del estado mexicano de Sonora.
Marc: Me gusta el amanecer desde el espigón de la playa de la Nova Mar Bella. Cambiaría los planes educativos de los colegios para adecuarlos al siglo XXI con varias asignaturas nuevas: 1. Drogas y plantas sagradas 2. Amor y sexualidad 3. Celebrar la muerte.
¿Son útiles las redes sociales en tu escritura?
Esteban: Todo es útil, a favor o en contra. No desdeño nada de nada. Escribo en redes sociales con la misma intensidad con la que lo hago en mi obsesivo diario de sueños. Igual con la lista del supermercado o los mensajes de WhatsApp.
Marc: Lo fueron en su momento, ahora en cambio me parecen un estorbo.
¿Qué parte de tu libro te costó más escribir?
Esteban: El prólogo, tal vez. Ese espacio un tanto racional y concluyente donde el subtexto es pedir disculpas de antemano o desenvainar la espada. Ah, y el título. El título costó.
Marc: Lo que más me costó fue descartar un texto, «caminar una planta sagrada». A mi socio le pareció un pelín cursi y lo acepté.
¿Qué parte disfrutaste más?
Esteban: Disfruté el proceso de escritura caminada a cuatro patas. Mucho. Fue lúdico, no exento de zozobra. Aun así, creo que los «Camifiestos», escritos hacia el final del camino, fueron de lo más disfrutones.
Marc: Recuerdo la caminata que inspiró el capítulo Caminar la niebla como si fuera ayer. Fue una mañana inspiradora, como casi todas las que respiro cerca, al lado o dentro de la montaña de Montserrat.
Un disco que te llevarías a una isla desierta. Uno que quemarías.
Esteban: Me llevaría el silencio, si fuera posible (con la forma de las Variaciones Goldberg tocadas por Glenn Gould en su primera versión, 1955). Quemaría con placer todo el reggaetón existente y los himnos nacionales.
Marc: Me llevaría Siembra, de Rubén Blades y Willie Colón / El vinilo no sirve demasiado para una hoguera, así que no quemaría ninguno.
Una canción que te sepas de memoria.
Esteban: Uf, un montón. Hago capturas de las letras para aprenderlas. Las repito como un loro. Una de las queridísimas es «La hora de los magos», del artista argentino Jorge de la Vega, en la versión del artista argentino Federico Manuel Peralta Ramos.
Marc: El himno del Barça.
Una frase a la que acudes a menudo.
Esteban: «Lo que das te lo das y lo que no, te lo quitas». Se la oí decir a Jodorowsky. Creo que balancea bien las cosas.
Marc: «Asume tu barranco».