Todo tiene un comienzo.
Esa frase que hemos oído miles de veces, que ha descrito nuestras experiencias en tantas ocasiones, que parece una verdad objetiva y universal. Quizás lo es.
Quizás, si algo es realmente se debe a que tiene un principio y un final, pero hoy solo voy a hablar de los principios.
Hay personas que se sienten ilusionadas cuando algo se construye, cuando todo es posible y todavía no somos conscientes de su finitud. Puede durar un segundo (¡estrella fugaz!), minutos (la vela en la tarta, tintineante e impaciente por que la soples), días, meses, años… o puede durar lo que una vida.
A su vez, existen quienes sufren ante los inicios, que temen porque no controlan, que tiemblan porque saben que en algún momento acabará. Y vivir con la incertidumbre nos vuelve inseguras, dejamos de pisar fuerte; rozamos en lugar de acariciar. El miedo a perder algo que deseamos que permanezca se introduce bajo la piel y se convierte en una segunda casa.
Pero hoy, si me lo permitís, solo voy a hablar de principios.
La breve introducción para nada novedosa que acabáis de leer, me sirve para mostraros un par de categorías mediante las cuales mi cabeza organiza la realidad: amantes de los principios y temerosas de ellos, esto es para vosotras.
No puedo prometeros que esto que está empezando vaya a permanecer. Esta sección, este espacio que desde Purgante me han regalado (¡gracias, gracias, gracias!) para hablaros directamente, comienza hoy y no sabemos cuándo acaba.
Os confieso que hace un tiempo, yo pertenecía al segundo grupo (ay, cuánto miedo he arrastrado siempre) y que todavía no me reconozco en el primero. No todos los comienzos me emocionan, algunos me dan terror porque implican despedidas, cambios, dudas, muchas incógnitas que nadie puede responder. Quizás este rinconcito también pretenda ser un lugar para ese nuevo grupo, para quienes todavía tengan algo de miedo, pero estén empezando a deshacerse de él. Para las que están a medio camino y a veces se caen y dejan de avanzar y sienten que no tienen fuerzas pero, entonces, se levantan de nuevo. Para quienes quieren crecer y no se estancan dentro de las cuatro paredes conocidas, las que se abren al mundo aún con el corazón palpitante de nervios.
“el rinconcito de silvia” (con mi nombre escrito todo en minúscula, sin principios ni finales) puede sonar un poco presuntuoso, pero os prometo que mi intención es abriros la puerta de este espacio, para hacerlo nuestro. El rinconcito nace de la necesidad de reconectar, de comunicar, compartir; finalmente, de ser y construir una comunidad. Me gustaría que cohabitáramos este espacio construyendo algo nuevo, algo que, de alguna manera, sea de todas.
Encontraréis dos nuevas entradas cada mes, una en la primera y otra en la última semana (en su inicio y su fin) compuestas por textos de diferentes géneros y temáticas. Quisiera compartir reflexiones como esta aunque solo me lean dos personas y una sea mi madre (¡hola, mamá!). Quiero que haya poesía, que hablemos de libros, de lo que está pasando, de arte, del miedo o del mar en calma.
Del mar en calma.
Quiero que cuando me regaléis 5 minutos de vuestro día, os sintáis en un mar en calma.
Por eso necesito que me contéis, que me escribáis, que dejéis comentarios, que me busquéis en redes y me mandéis mensajes sobre lo que queréis leer, sobre qué queréis descubrir, sobre cómo queréis que construyamos juntas este espacio.
Bueno, ¿qué os parece este principio?
Nota de autora: Espero que no os importe que utilice el plural genérico femenino. Lo hago para referirme a “personas” e intentar que haya cabida para toda la diversidad humana en el lenguaje.