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Editorial

Es fútbol

Hay una religión global que es también un idioma del mundo. Liturgia universal alrededor de un balón. Abre puertas, endulza aduanas, provoca risas y edifica odios. En sus tripas habitan fanáticos, apasionados, teóricos, escritores, cronistas, vendehumos, relatores, deportistas, ex deportistas, proyectos de deportistas, payasos, analistas, periodistas, narradores, técnicos, entrenadores, “misters”, presidentes, héroes, mitos, emblemas, símbolos, coliseos, templos, escudos, himnos, poesía, sudor, publicidad, sueños rotos, pesadillas, anhelos, esperanzas, vidas. Y muertes.

Ha bautizado al mundo de colores y de cánticos. “Como no te voy a querer…”. Llena estadios, cantinas y aeropuertos. Construye filósofos de bar e improvisa entrenadores y estrategas a la hora del almuerzo. Su mandamiento es el gol. Su credo late 90 minutos. Nunca menos; aunque casi siempre más. Iguala al albañil con el arquitecto. Ha hecho a los pobres ricos. Y muchas veces los ha devuelto a su condición original. Ha unido a naciones. Ha enfrentado a países. Es de todos y de todas. Cada vez más, afortunadamente.

Para Di Stefano, marcar un gol era como hacer el amor. Maradona nos recordó que el balón no se mancha. Para Cruyff la clave fue el espectáculo… Esta religión no cree en el término medio. Y aunque evalúa el empate, en su latido la dicotomía es clara. Es todo. O es nada. Me lo cuenta, con certeza caparrosiana, desde la ventanilla de un avión, dejando la “ciudad” boliviana de El Alto, rumbo a Santa Cruz de la Sierra, el paisaje. Entre el polvo seco del altiplano, como una oración desesperada, como el milagro de los panes, como una aparición espectral de un Dios ateo, emerge escupiendo al marrón árido, una reluciente cancha de fútbol de un verde hiriente.

Es eso.
Es todo.
O es nada.
Es fútbol.
Amén.

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