Te observo mientras duermes y voy como funambulista entre lo que somos y lo que dejamos de ser.
En el precipicio de tus dedos están las caricias que tanto espero.
Echo de menos las madrugadas en las que tus yemas hacían música con mi espalda.
Nos sobra tanta piel y nos faltan tantas ganas.
Estoy cayendo por el abismo del hastío.
¡Llámeme loca! Las cuerdas se desgastan.