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Género problemático

A veces aspiramos a regresar al pasado para enfrentar los argumentos de mentes como Sócrates, Descartes, Safo o Beauvoir y en el proceso ensoñador se nos olvida que hay exponentes actuales que complementan y refutan las ideas de los clásicos neblinosos, extranjeros a nuestros contextos apocalípticos, pero siempre adaptables por conducto de la razón que hermana a los seres humanos.

Para ejemplificar este argumento recurro a Judith Butler, figura sexagenaria, estadounidense y problematizadora de la tercera ola del feminismo, que sigue caminando entre nosotros y arguyendo en relación a temas de género, necesarios para entablar conversaciones integrales en tiempos de inclusión y positivismo tóxicos, que han desbordado los límites del pensamiento y que tanto recuerdan a la distinción de Umberto Eco entre apocalípticos e integrados.

Partiendo del manuscrito de Butler titulado: “El género en disputa”, es posible percatarse de una de las tesis principales del trabajo de la autora a través de toda su carrera: la posibilidad de una sociedad carente de toda enseñanza heteronormada, que además pueda comprender la distancia abismal entre el concepto de sexo y la noción ambigüa de naturaleza biológica que ha regido los ideales de sexualidad durante siglos.

Es necesario visualizar con paciencia las líneas de este tratado, pues Butler polemiza el carácter binario de obligatoriedad en los campos del género contextualizados, sin falta, en culturas limitantes y en ambientes indiscutiblemente políticos, que hacen referencia (destacado también por Judith) a un filósofo recurrente en las discusiones sobre control y sexualidad: Michel Foucault.

Butler retoma a Foucault precisamente para hablar del sexo como sustancia rodeada de política y continúa explayándose acerca del tema de esta idea concebida incluso antes del nacimiento de los seres humanos y del género como una especie de pastiche cultural, mismas que deconstruirá más adelante para determinar que todos estos argumentos parten y concluyen en la cultura.

La autora aborrece categóricamente la distinción, impuesta por la tradición que aletarga el proceso de cambio, que asigna al hombre lo masculino y a la mujer lo femenino sin capacidad de duda o cambio en este esquema. El postestructuralismo de Butler orilla a enfrentarse a este tipo de dilemas que están impresos en los terrenos medulares de las masas.

Para explicar este apego ideológico Judith recurre al argelino Jacques Derrida quien intervino quirúrgicamente a la sociedad con la noción de falogocentrismo, explicada como aquella ideología que se decanta por la utilización vacía de significantes sin sus respectivos significados y que está centrada en las problemáticas de los hombres, necesitados de seguir el impulso frenético por etiquetarlo todo sin dar un trasfondo amplio sobre ello.

Así, según Butler, todo en temas de sexualidad y género se hace, siguiendo con discreción, una de las máximas de Beauvoir: “No se nace mujer, se llega a serlo”, que retoma el papel de las mujeres dentro de las controversias sobre el género y la necesidad de desarrollar miradas críticas sobre los “cuerpos pasivos atados a leyes culturales inevitables”.

Judith Butler destapa las cloacas del estructuralismo desde la crítica a sus razonamientos científicos y la proposición contraria al absolutismo sexual biológico. No hay, dentro de sus reflexiones, espacio alguno para la intolerancia pero tampoco para la insuficiencia bibliográfica, en resumidas cuentas, se trata de observar amplitud sin querer controlar sus expresiones.

Parece que el desafío de Butler hacia el género como diferenciador limitante (una mera etiqueta) y la oportunidad de proponer un criterio de pluralidad novedosa sobre la visualización y el análisis de los géneros mismos son una necesidad, un reto latente enmarcado en un contexto falto de crítica hacia las tendencias y cánones (en su profundidad) impuestos.

La exposición de puntos sobre Butler concluye misteriosamente, pues se intuye imperativo poner en práctica sus postulados para intentar modificar al menos un par de puntos de los grupos más próximos a los lectores que se acercan a ella. Así, Butler no es para el estante, es para el bolsillo

Si se sigue su filosofía habrá que cuestionar lo que es intangible y tácito sobre la sexualidad, sin ser demasiado explícitos con qué debería estar en su lugar pero sí proponiendo aperturar la conversación y tratando de expandir los límites, adoptando el sentido inabarcable de géneros y la verdadera composición del sexo, siempre problemático e indefinido, pero enmarcado en sus contextos social, político y cultural.

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