Él respondió: —Tal mísera existencia
llevan aquellos que al vivir no hicieron
ni bien ni mal, pues todo lo que pusieron
a su comodidad y conveniencia. […]
Los repugna lo mismo la Justicia
que la Misericordia, rechazados
igualmente del Cielo y del Infierno,
abyectamente arrastran su inmundicia
y de todos los mundos despreciados,
es el olvido su destino eterno.
De ellos no hablemos, sino mira y pasa.
(Dante, Comedia: Infierno, Canto III)
En el año 1302, Dante Alighieri fue condenado al exilio perpetuo a raíz del conflicto entre quienes defendían la independencia de la señoría florentina –a los que él apoyaba– y los partidarios de la influencia papal en la ciudad. El Sumo Poeta, tratado como un criminal, nunca pudo regresar a la ciudad a la que daría gloria.
En su exilio de casi veinte años compuso su obra magna, La Divina Comedia, en cuya primera parte –el Infierno– se explayó a gusto con los responsables de su desgracia. Y a las puertas de la ciudad doliente, sin ni siquiera permitirles entrar, dejó a los indiferentes: él, cuya vida se había visto dolorosamente cortada por su implicación política, sentía un gran desprecio por quienes vivían ocupándose de sus propios asuntos.
Y sin embargo, ¿no les fue mejor a ellos?
Una famosa frase atribuida al dictador Francisco Franco es aquella de “usted haga como yo, no se meta en política”. Hay una cierta razón en ella, como demuestra el caso de Dante. Aunque en la universidad me presentaran la política como “el oficio de resolver los conflictos”, a menudo es todo lo contrario. Para algunas personas puede ser necesaria como un medio para defender sus intereses o ideología, pero para alguien que no tiene nada que ganar o defender en ella, no puede ser más que una fuente de problemas.
La gente metida en política tiene la curiosa idea de lo que les importa a ellos debería importarle a todo el mundo, de que es importante per sé y los demás deberíamos dedicarle nuestro tiempo aunque no tengamos nada que ver. A menudo incluso lo exigen, acusándonos de apoyar al otro bando –que también nos acusa por lo mismo– con nuestra no implicación. Igual que Dante, nos dejarían a las puertas del Infierno si pudieran. Pero como practico regularmente al menos tres pecados capitales (gula, pereza y envidia) y voy a ir al Infierno igualmente, para qué molestarme.