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Julia Navas Moreno: «La empatía es imprescindible para escribir»

Elegíaco e introspectivo, pero hermoso y vitalista, Bailarinas de rafia es un libro “amargamente vital”.

Flanqueado por un hermoso prólogo de Andrés Ortiz Tafur y un epílogo de la autora, Bailarinas de rafia (Chamán editorial), el último poemario de Julia Navas Moreno (Avilés, 58 años) contiene 42 poemas y la expresión de una herida. El paso del tiempo, la vejez y la desmemoria dan vida a unos poemas en los que se encarna dolorosamente la madre de la autora. “Después de haber amado tanto, ¿qué nos queda, madre?”, se pregunta Julia Navas en el texto inicial del libro. 

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y residente en Gijón , la poeta asturiana ha publicado dos novelas y varios poemarios, entre ellos, Zapatos sin cordones, su anterior título, también en Chamán editorial, donde abordaba el tema de la salud mental. Elegíaco e introspectivo, pero hermoso y vitalista, Bailarinas de rafia es un libro “amargamente vital”, un recuento -afirma Navas- de lo que has hecho en la vida y “de lo más doloroso: lo que no has hecho”. 

Bailarinas de rafia surge del duelo que supone para usted el deterioro físico y mental de su madre. ¿Qué quería transmitir al lector con estos poemas?

Como bien dices, estos versos nacen de un duelo, en realidad de dos, ya que la enfermedad mental de mi madre se precipitó vertiginosamente tras sufrir un ictus. Su ingreso en una residencia dinamitó la salud de mi padre que falleció tras cuatro meses duros y agónicos en un hospital. Esa pérdida también aparece en el libro aunque la inspiración principal, el latido que lo ha construido sea el de mi progenitora. Escribo porque a través de las palabras canalizo y expreso el dolor con la intensidad que me recorre. De cara a la galería soy una persona alegre y positiva a la que no le gusta mostrar la tristeza, pero la poesía es esa espita necesaria en la que dialogo con la oscuridad y la tragedia. Y en ese diálogo el lector no aparece porque creo que condicionaría la honestidad de lo que cuento. Cuando todo lo escrito forma parte de un posible libro, aparece el vértigo de mostrarlo, y es cuando me pongo a trabajar para que llegue a publicarse en las mejores condiciones y esperando que el futuro lector se vea reflejado y acompañado y, aunque suene a tópico, haga suyos los poemas. 

Se puede decir que el libro quiere ser un diálogo con su progenitora, pero inevitablemente es un monólogo…

Un monólogo que nace de un diálogo con ella, con el inmenso amor disfrutado; también con los desencuentros que surgieron a raíz  del cambió que hizo en ella esta brutal enfermedad. Yo no entendía que le estaba pasando, por qué ese cambio de personalidad. También hablo de mi rebeldía y de los  choques provocados por mi rebeldía ante la intransigencia de un padre educado en una época llena de miedos; un machista, que cortaba mi libertad.  Es un repaso a una vida entera que siento impregnada de pesimismo ante tanta pérdida, que está en una etapa final, al menos como hija arropada, cuidada. Ahora soy yo la que cuida, la madre, la huérfana. 

Escribe que el amor es solo un proyecto para emplastecer las grietas de la soledad… ¿Es solo eso? 

Como dije antes, el pesimismo y la tristeza me acompañan ante tanta ausencia. He sido y soy una persona amada, pero nunca he dejado de mirar a mi alrededor. La empatía es imprescindible para escribir sobre “el otro”. ¿Y qué buscamos en el otro o la otra? A veces, simplemente, no sentirnos solos. Y eso puede traer mucha infelicidad. Amar sin intereses, cortapisas, sin miedo… Y ese amor lo he tenido al cien por cien con mi madre. 

¿Qué proyectos tiene en la actualidad, además de presentar esta obra con el acompañamiento musical de su pareja?

Estoy en un momento de descanso tras un agotamiento emocional y casi físico. Nueve libros en diez años, además de colaboraciones en antologías, revistas… Me he exprimido a mí misma hasta la extenuación tras otro periodo de sequía inmenso. Y digo otro porque ahora me cuesta mucho sentarme a escribir. Sigo con una novela que ya debería estar acabada, pero sobre todo me dejo llevar y me apetece disfrutar de placeres pequeños pero imprescindibles como la lectura, el cine, la familia, y pasar tiempo con mi pareja con la que comparto un amor por la música que lo impregna todo. Tras lo vivido pienso más en el día a día.

¿Qué dimensión toman sus textos con el colchón de la música?               

Que mi pareja, Juanjo da Silva, me acompañara a los platos poniendo discos fue algo casual. Vicente Muñoz me invitó a participar con mi anterior poemario, Zapatos sin cordones, en Híbridos y, como su nombre indica, este festival promueve la colaboración entre distintas disciplinas: cine, música, arte, literatura… Se me propuso acompañamiento musical y resultó idónea, y fue oportuno crear esta puesta en escena novedosa de unir poesía y sesión DJ . Cada tema ha sido minuciosamente elegido para cada poema y la magia llegó al público con tanta intensidad que repetimos con Bailarinas de rafia. La música subraya unos poemas ya de por sí intensos. 

                                                                                                             

Habla en sus poemas de besos no dados, de viajes pospuestos y decisiones erróneas…Y, a pesar de todo, habla de amar “esta vida tan imperfecta”. ¿Cómo hacerlo ante tanta insuficiencia?

A estas alturas de la vida, en esos repasos de volver la vista atrás, lo más doloroso es darte cuenta de lo que no has hecho. Es estéril , pero si tiene algo de positivo es  el propósito de cambiar y apurar la vida más a fondo. Tantos y tantas que ya no están. Envejecer también tiene muchas cosas positivas  y una de ellas es que vas dejando de lado lo que estorba y te adaptas, te dejas llevar. Sigo siendo una afortunada ante un mundo lleno de carencias y de violencia, por lo que no me gusta quejarme demasiado, aunque sí necesito alzar la voz, a pesar de mi escepticismo, por la utopía.