No nos han enseñado a expresar nuestras emociones: María José Sáenz
Todos presumimos de empatizar con los demás, pero pocos lo hacemos. Lo hacen las personas
Todos presumimos de empatizar con los demás, pero pocos lo hacemos. Lo hacen las personas
La poesía entra en nosotros como un disparo. Como una música que nos serena. Las
Su madre murió cuando tenía cinco años. Y a los veinte vio por última vez
Como quien busca una mano ajena y copia la suya en la superficie de una
Entre la nada y la pena elijo la pena, escribió William Faulkner. Querida Ángela: te
“El narcisismo contemporáneo ha encontrado en las redes sociales la ciudad ideal para crecer.” Lo
Quién sabe si por afán de notoriedad o por orgullo. O para regodearnos en nuestra
No es fácil ser alquimista en días borrosos, aunque todos lo intentamos. Lo intenta (y lo consigue, a veces) Miguel Ángel Arcas en Cuaderno de Choisy, primer diario del autor que, en la coqueta y elegante colección “Singladuras”, acaba de publicar Fórcola.
Viajar ayuda a resolver el enigma del duelo: esa señal que te recuerda -cuando vas a dar un paso para ser feliz- que una vez perdiste un paraíso que alguien no te va a devolver ya nunca.
Dos epistolarios amorosos que llevan la firma de dos de las mejores plumas de la literatura centroeuropea del siglo XX.
Y es que las páginas donde consigna el adiós de su progenitor -esos apuntes de duelo- no dejan indiferente a nadie.
Quien sabe mirar la realidad con rigor, y en profundidad, nunca deja de hacerlo.
Igual que Rebeca Solnit, hago un ejercicio de introspección y recuerdo. Recuerdo los veranos de mi juventud: los rostros amados, los silencios azules, las noches eléctricas.
Pepitas de calabaza reedita el penúltimo libro de Julio Camba, “Ni Fuh ni Fah, inédito desde su publicación, en 1957.
Íñigo Domínguez, que es propenso a la nostalgia de los veranos del pasado, ha reunido en un volumen un puñado de artículos tamizados por ese sentimiento gustoso y amargo.
Igual que Néstor Sánchez, me quedé sin épica, me quedé sin nadie. Ahora escribo mi diario de Manhattan desde una ciudad llamada Victoria.
Todos hemos recibido el golpe de la melancolía al mirar un paisaje que en el pasado contemplábamos con alguien.
Yo no me llamo Ricardo, pero comprendo lo que Ricardo dice: los traumas, las obsesiones, el lenguaje negro del dolor.