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Los mundos paralelos de Josefina Aguilar

La poesía entra en nosotros como un disparo. Como una música que nos serena. Las dos cosas a la vez. Las dos cosas al mismo tiempo. Es orden para nuestro caos interior y deseo de caos para ordenarnos. Y para desordenarnos. Así lo entiende ella: “Una de las experiencias más importantes de mi vida fue acudir a la presentación de la Poesía completa de Paul Celan. Yo estaba viviendo una época difícil y aquel recital fue como una cura para mí. Lo mismo me pasó tiempo después en una lectura de Antonio Colinas”. Si la palabra escrita produce un efecto catártico en nosotros, la palabra leída -o escuchada- también. Lo saben bien los que escriben: los que escupen en el lienzo blanco de las noches palabras negras por necesidad. Lo saben los que aciertan a ver una señal en la noche de los días y revelan esa señal a los demás.

Ella lo sabe y escribe. Nacida en Almería en 1971, aunque residente en Sevilla, Josefina Aguilar ha publicado hasta la fecha cuatro libros de poemas, los dos últimos este mismo año: Fantasmas de la Atlántida (Amargord) y Papa, Hiroshima no me deja dormir (Editorial RIL). Dos libros que guardan evidentes similitudes entre sí: dos libros de poemas en prosa cargados de lirismo y musicalidad. Uno de ellos -el primero- presenta una galería de personajes afines a la autora; el otro es una elegía a la ciudad japonesa devastada por la sinrazón.

De formación poética autodidacta, aunque ejerce la docencia como profesora de Imagen y sonido, Josefina Aguilar ha ido forjándose una identidad como escritora al dictado azaroso de sus lecturas, pero siempre alejada del mundo académico. “Me resulta difícil -desde niña- entrar dentro de los códigos impuestos; me bloqueo. Creo que eso ha marcado también mi vivencia con la poesía. Prescindir de lo académico me ha hecho ir por caminos más independientes”. Admiradora de Borges y Valente -los primeros autores a los que leyó y dejaron huella en ella- pero también de Lorca y Thomas Bernhard, la andaluza reconoce que empezó tarde a escribir, “pero, ahora mismo, siento la escritura como un camino, como un diálogo interno donde me descubro a mí misma”.

Si sus dos primeros poemarios eran “mucho más volcánicos que los dos últimos”, sus novedades recientes resultan títulos más homogéneos y estructurados, tanto en sus aspectos técnicos como formales. El libro Papa, Hiroshima no me deja dormir, por ejemplo, nació como un rapto en una noche de insomnio. (La apelación paternal del título tiene su razón de ser). Josefina Aguilar concibió la obra después de visionar un documental sobre Hiroshima. “Lo vi de madrugada y sus imágenes impactantes suscitaron la escritura de inmediato. Esa misma noche sentí un compromiso de escribir sobre ello”. Resultado de ese disparo emocional es una colección de poemas de inspiración alucinada y surreal donde el horror y la ternura se dan la mano al mismo tiempo. Sobre una ciudad la lluvia de todas las ciudades, escribe en el pórtico del libro.

La urbe moderna, como espacio físico, está muy presente también en Fantasmas de la Atlántida, que surge de un doble diálogo con diversos artistas y con otra persona: “Yo escribía un poema y él me respondía con otro. Es un libro muy emotivo, muy especial para mí”. En él quedan retratados una serie de personajes (Celan, Van Gogh, Leonard Cohen) que la autora utiliza como espejos para hablar de sí misma. Curiosamente, muchos de ellos vivieron vidas intensas y tuvieron destinos trágicos: Marilyn Monroe, Anne Sexton, Michael Jackson. “Todas las vidas son vidas esplendorosas, donde hay decisiones, riesgos, triunfos, derrotas”, explica Aguilar refiriéndose a ellos. Todas las vidas son caminos donde hay caras y cruces, aciertos y errores. “El error siempre es productivo” confiesa la autora.

-¿Ha cometido muchos errores en su vida? “No. A lo largo de los años vas desprendiéndote de esa adherencia de lo que has hecho y lo que no has hecho. Con el tiempo contemplas tu vida a vista de pájaro y eso te hace manejar mejor el aprendizaje para no quedar destruida por las acciones”.

Obra de inspiración surrealista, con una fuerte carga simbólica, en la extensa galería de sombras gemelas que atraviesa Fantasmas de la Atlántida, Aguilar escribe refiriéndose a Paul Celan: Tú entras y sales por la puerta del puente, con tu cuerpo celestial cogido al extremo del aire por los hilos de la culpa, por la culpa de los hilos, por los hijos de los hilos de la culpa. Firme en su propósito de seguir avanzando en su camino, Josefina Aguilar siente su quehacer como “un refugio, una casa” que le da fortaleza. “La poesía es un compromiso conmigo misma, no sé si también con los demás. Mi deseo es evolucionar, mejorarme. Hacer un vaciado de mí: de mi ser y de mi identidad. Aunque es peligroso. Puedes vaciarte de ti, pero tienes que ver adónde vas con ese vacío”.

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