Nadie la quiere. Todos detestan su frío en las noches y sus bichos de agua recorriendo el suelo. Su pálido color ocre entristece las mañanas de los chismosos del barrio, pero nosotros la amamos. La casa de la humedad escribió varios capítulos de nuestra historia. El nacimiento de Silvia, nuestra hija, y los cuadros de la primavera que acompañan el museo de Bogotá en abril.
Hoy se funde en ruinas. Algunas lágrimas acompañaron mis cansados ojos y descubrí que sólo soy una vieja que vive de recuerdos.