Leí que la vida es un constante, pecaminoso y áspero:
¿por qué?…
Y también que la vida tiene un eterno secreto:
“Porque sí”.
De vez en vez, suelo ser la constante y la impropia.
Constante en preguntas e impropia en respuestas.
Así que, haciéndole un favor a la constante,
me cuestioné por qué nos encontramos
y la respuesta impropia fue “porque sí”.
Para mí el summum del reproche
es darle voz y darle rodeos al colmo.
Así que dejaré en paz la improvisación del vituperio
y daré paso a la elocuencia de la vida.
Dejaré que ella tome la batuta
y prometo no molestar más a la incertidumbre.
Con todo esto quiero decir que me alegra
el habernos encontrado “porque sí”.
Y dejaré que la vida caiga en mí como deberían
de caer las gotas de la lluvia sobre la cara,
con la fuerza o la delicadeza que el cielo quiera.
Eso lo aceptaré, con improvisación e incertidumbre,
con certeza y elocuencia, con tus besos y ausencias;
porque la vida respondió a mi soledad,
“porque sí” con tu presencia.