Me tomó veintisiete horas y dos aviones llegar aquí. Australia es verdaderamente un lugar lejano. Viajé sola y casi como parte de un llamado, decidí ir a la Australia Central a visitar el centro rojo y tierra espiritual de Uluru.
Antes de la colonización inglesa, existían alrededor de 300 tribus en Australia. Los aborígenes de Anangu son parte de los nativos habitantes de Uluru y sus alrededores, y han reinado en esta tierra por más de 30,000 años. Se cree que sus Tjukuritjas (ancestros), fueron los creadores del panorama que da vida a la formaciones de arsénico; por ello proteger esta zona es labor de los descendientes directos. Aquí se encuentran algunas de las especies más venenosas del mundo. Por fortuna, ninguna se cruzó en mi camino.
Las rocas manifiestan diferentes tonalidades rojizas derivadas del reflejo de la luz solar, al amanecer y atardecer. El pueblo más cercano, cuenta sólo con necesidades básicas: un pequeño supermercado, un restaurante, algunos alojamientos y espacio para acampar. Nada más. El clima es desértico, el paisaje árido, la arena rojiza y el silencio es absoluto. El mejor espectáculo lo da la Vía Láctea, las constelaciones y un par de estrellas fugaces que se observan desde cualquier ángulo todas las noches. La luna es protagonista con un brillo particular y majestuoso.
Los primeros piranpas (europeos), llegaron a esta tierra en 1870. Desde entonces, ha habido una disputa entre nativos y los colonizados australianos por el manejo de Uluru. Los aborígenes en un inicio fueron desplazados, después reubicados fuera de la reserva para priorizar al turismo que generaba un daño irreparable a la tierra sagrada, derivado de la escalada de las rocas que estaba permitida sin las debidas precauciones.
Desde finales de los años 70, los Anangus han luchado por recuperar los derechos de protección de su tierra. Hoy en día, después de arduas batallas, los aborígenes, a través de un representante, comparten la protección y gestión de Uluru junto con el gobierno de Australia. Para los australianos, Ayers Rock (nombre dado a Uluru en honor al Jefe Secretario de Australia del Sur), representa un ícono nacional y una de las principales atracciones turísticas. Para los aborígenes, el parque nacional Uluru- Kata Tjuta es un lugar sagrado. Es la unión con sus ancestros, el corazón de su cultura y las raíces de su pueblo.