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La trilogía de la represión de Ti West: Pearl (II)

Con Pearl, la precuela de X que llegó más tarde ese mismo año al Festival de Cine de Venecia, West dejó de lado el slasher para entrar de lleno a los terrenos del thriller psicológico a través de un hermoso cuentito de época que nos puede evocar desde La Cenicienta hasta El Mago de Oz.

Me permito iniciar este texto con mi experiencia en la sala de cine viendo esta película ya que después de varios sinsabores en proyecciones donde el público no guarda silencio, no respeta la experiencia de los demás e ingresa ya iniciada la función con la lámpara de sus celulares a todo lo que da, esta vez prácticamente toda la sala ―llena, por cierto― estaba lista en sus asientos desde los cortos previos. Durante los 102 minutos de duración, el silencio fue prácticamente absoluto y el brillo de la pantalla me permitía ver a la gente alrededor mío completamente absorta en ella, apenas prestando atención a su comida. Los créditos finales llegaron y la gente permaneció en su asiento, inamovible, en silencio, hasta que la pantalla quedó en un negro total. Esto es algo completamente inusual al menos en mis complejos más cercanos.

En 2022, el director y guionista Ti West llamó la atención del mundo con X, un slasher refrescante y elegante cuya premisa giraba en torno a un grupo de jóvenes ambicionando el estrellato a través del cine porno pero que veían sus sueños frustrados por un par de ancianos extraños, por decir lo menos, particularmente por la vieja mujerquien muestra una extraña obsesión por ellos. Dicha película comenzaría a establecer la temática de la próxima a ser trilogía: la represión y los terrores que se desencadenan de ella, pero también a hablar de lo peligroso que puede resultar el frustrar a nuestro verdadero yo.

Con Pearl, la precuela de X que llegó más tarde ese mismo año al Festival de Cine de Venecia, West dejó de lado el slasher para entrar de lleno a los terrenos del thriller psicológico a través de un hermoso cuentito de época que nos puede evocar desde La Cenicienta hasta El Mago de Oz. Un cuentito precioso que se va pudriendo poco a poco y en el que también se da vuelo artístico a nivel estético sofisticando el estilo audiovisual que se asomó en X.

Situada en 1918, esta precuela ahonda en la historia de la vieja Pearl durante su juventud, nuevamente interpretada de forma más que magistral por Mia Goth, mientras vivía en la aislada granja de sus padres tras la ausencia de su esposo Howard, quien la ha dejado para ir a servir a su país en la guerra. Después de la interrupción de esa bellísima ensoñación que sirve como secuencia inicial, podemos darnos cuenta de la represión y frustración que vive Pearl, y de las que posiblemente ha sido víctima toda su vida, principalmente infringidas por parte de su madre Ruth (espléndida Tandi Wright), quien tras vivir una vida de fracasos por sí misma, busca frustrar el sueño de convertirse en estrella de quien considera el máximo recordatorio de su miseria: su hija.

Como ya fue mencionado en la entrega anterior, los impulsos agresivos resultantes de una vida reprimida pueden desembocar contra aquellos que representan lo que no se pudo ser y con Pearl no solo entendemos su odio particular hacia Bobby Lynn (Brittany Snow) en la primera entrega de la trilogía ―el estereotipo que los productores buscaban y que Pearl no podía ser: la típica joven estadounidense joven y rubia que además vivía plenamente su sexualidad mientras era una estrella de cine―, sino también el posible origen del constante sabotaje de su madre. «Si quieres irte, vete. Pero cuando fracases, porque vas a fracasar, quiero que recuerdes cómo se siente, porque eso es lo que yo siento cada vez que te veo», le dice una resentida y frustrada madre a su hija como ejemplo perfecto de que los factores que corrompen tanto el espíritu como la conducta a través de la represión ―y que diferencian a Pearl de X― también pueden venir del entorno siendo alguien más quien frustra el más grande sueño de Pearl: ser una estrella. 

La joven Pearl, entre tener que preparar la cena y encargarse de su padre atrofiado por la influenza en vistazos perturbadores que involucran un baño, encuentra un escaparate en el cine en donde puede ver proyectados sus anhelos y descubriendo en el proyeccionista de este (David Corenswet) a alguien que le abre los ojos a un nuevo mundo en el que tiene sus primeros acercamientos con la sexualidad de una forma más liberada. Sin embargo, Ti West y Mia Goth llevan a su personaje a acariciar su sueño y vivir su fantasía varias veces, y cuando por fin está cerca de hacerla una realidad, la arrastran al infierno del rechazo y la frustración máxima detonando así sus pulsiones agresivas destructivas.

Pearl (2022, Ti West).

Anteriormente se mencionó al personaje llamado RJ, quien casualmente es muy parecido al mismo Ti West e interpreta al director de la película para adultos que están a punto de filmar y quien menciona que sí es posible hacer una buena película ‘‘sucia’’, haciendo referencia al querer demostrar que es posible hacer cine porno con valores artísticos. Pues en una especie de metarespuesta a sí mismo, con un guion perfectamente estructurado y adaptado de forma muy inteligente a los tiempos pandémicos en los que se llevó a cabo la realización de la película, una habilidosa puesta en escena del director y el máximo aprovechamiento de recursos visuales y narrativos dignos de cualquier producción de altura gracias al honor al technicolor de Eliot Rockett, Ti West reafirma con Pearl ―porque no es que no se haya demostrado miles de veces anteriormente aunque siga sin tomarse al género con el respeto merecido― que también se puede hacer cine de horror o terror que explote sus valores artísticos más allá de sangre, tripas y asesinatos. Pero no se puede dejar de lado a la más grande proeza de esta película:

Mia Goth no solamente protagoniza esta precuela, sino que también colaboró en el guion de la misma y logra consolidarse como la estrella que la pobre Pearl sólo pudo soñar con ser. El trabajo actoral de Goth en esta película solamente puede ser descrito con laureles como brillante, o magnífico, o impresionante. Mia dio, en 2022, una de las más grandes actuaciones que el cine de terror haya visto ya en su historia y que seguramente quedará en sus libros escrito con las letras de oro que las ceremonias de premios le negaron. La actriz británica de origen brasileño tan sólo deja ver destellos de su infinito talento en su bien logrado acento texano para después cargar con el peso de la película casi por sí sola a través de sus cambios súbitos de expresiones y corporalidad que nos hacen ver el desequilibrio del personaje que siempre está al borde del quiebre. Un trabajo lleno de matices que nos hace creer tanto en su inocencia como en su insanidad mental llevándonos por el entendimiento y a la vez el desconcierto de sus acciones.

En la primera película de esta tríada, Pearl conoció y se obsesionó con Maxine, quien cerrará la trilogía convirtiéndose también en una estrella de cine, clavando así el último clavo en el ataúd de la pobre Pearl. O puede que no.

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