Cuando una película aborda el tema de una neurodivergencia o la adversidad familiar, es muy complejo poder relatar una historia, las más de las veces basada en hechos reales, sin caer en el sentimentalismo fácil. En el caso específico de Los dos hemisferios de Lucca, quinto largometraje dirigido por Mariana Chenillo (México, 1977), destaca precisamente por su honestidad y sensibilidad.
La cineasta, quien debutó con la aclamada Cinco días sin Nora, y tiene una filmografía sólida, elige aquí dar un enfoque contenido a su trama: prioriza la autenticidad por encima del melodrama para contar la historia de la periodista y escritora Bárbara Anderson, autora del libro del mismo título y co-guionista con Javier Peñalosa y la directora.
La trama sigue las circunstancias urgentes y a veces estremecedoras de una familia mexicana que enfrenta el desafío de criar a su hijo Lucca, diagnosticado con parálisis cerebral, que sufre crisis convulsivas que ponen en peligro su vida; alarmados y dispuestos a todo por salvar la vida de su hijo, Bárbara (Bárbara Mori), y su esposo Andrés (Juan Pablo Medina), deciden arriesgarlo todo (seguridad económica, e incluso hasta la estabilidad conyugal) para emprender un viaje a India y someter, sin ninguna garantía, a su hijo a un innovador tratamiento experimental llamado Cytotron, desarrollado por el científico indio Rajah Kumar (Danish Husain).
A lo largo de 28 días, y en dos ocasiones durante 2017 y una en 2019, este dispositivo busca regenerar tejido neuronal y estimular una neurogénesis que cambie radicalmente la calidad de vida del niño. De este modo, la pareja no solo descubre un mundo de posibilidades para su hijo: también que pueden ayudar a muchas otras vidas, y sobre todo, encuentran un nuevo enfoque para sus vidas. No todo el mundo tiene la voluntad para conseguirlo, y a veces el dolor emocional es estrujante, pero el amor es más fuerte que el miedo.
La producción se desplaza entre dos escenarios principales: la caótica y vibrante Ciudad de México y la mística India. Estas locaciones no son meros telones de fondo; cada una contribuye a la narrativa con su propia identidad. En México, Chenillo retrata con precisión los desafíos cotidianos que enfrenta la familia, mientras que en India se enfatiza en el viaje de esperanza que define la historia. La fotografía de Serguei Saldívar Tanaka es un pilar fundamental en este sentido: sus encuadres equilibrados y su manejo de la luz dan profundidad tanto a los momentos más íntimos como a los paisajes de la India.
Bárbara Mori ofrece en esta cinta lo que probablemente sea su interpretación más madura y compleja hasta la fecha. Como madre de Lucca, entrega un retrato convincente de una mujer que transita por la angustia, la determinación y la esperanza. Su actuación nunca resulta exagerada; se sostiene sobre una contención emocional que la hace profundamente creíble. Juan Pablo Medina, como Andrés, complementa este equilibrio. Su interpretación aporta vulnerabilidad y fortaleza, ofreciendo una imagen de paternidad que se siente genuina y cálida.
La química entre Mori y Medina es palpable, y juntos construyen una narrativa que, aunque cargada de desafíos, está impregnada de amor y esperanza. El niño Julián Tello, quien interpreta a Lucca, aporta una autenticidad emocionante. Padeciendo parálisis cerebral en la vida real, su presencia en el filme enriquece la representación -yo me sentí ofendido por el manierismo de Dustin Hoffman en Rain Man-, pero aquí hallé un impacto emocional genuino. La decisión de Chenillo de incluir a un actor con esta condición es sin duda risqué, pero subraya la importancia de la inclusión y eleva la empatía que busca despertar la película, sin que sea manipulación (algo que podría haber ocurrido muy fácilmente, dados los antecedentes del subgénero al que esta cinta pertenece: el caso de la vida real) y los dirige con mano firme pero sensible, evitando caer en la lágrima fácil y permitiendo a la historia desarrollarse de manera orgánica.
Mariana Chenillo equilibra el relato personal con el tema científico, sin imponer al espectador explicaciones excesivas. En lugar de eso, el filme se centra en el impacto que este procedimiento tiene en la vida de la familia y en cómo redefine sus dinámicas. La cinta dialoga, en cierta forma, con Lorenzo’s Oil, de George Miller, otra historia basada en un caso similar, que planteaba el dilema de unos padres (Susan Sarandon y Nick Nolte) frente a una enfermedad devastadora. Como aquella, esta película tiene el potencial de trascender al medio y su relato individual y provocar conversaciones más amplias sobre lo que se considera tratamientos médicos alternativos y la capacidad de la ciencia para transformar vidas.
Uno de los logros de Los dos hemisferios de Lucca es evitar los lugares comunes sin perder el vínculo emocional que construye con el público. La película encuentra un balance delicado: nunca manipula al espectador (cosa que hasta Amélie hacía), pero tampoco elude el peso emocional de la historia, ni su responsabilidad narrativa. Chenillo dirige con una precisión que se siente a la vez cálida y respetuosa, claramente conoce a sus personajes y su situación, permitiendo que la humanidad de los personajes sea el eje central.
El lanzamiento de esta película a través de Netflix asegura que su mensaje de esperanza llegue a una audiencia global, con disponibilidad en 33 países y doblaje en 10 idiomas. Esto amplifica su relevancia, permitiendo que un tema tan específico resuene con personas de diferentes culturas y contextos. Más allá de su calidad técnica y narrativa, Los dos hemisferios de Lucca tiene el mérito de ofrecer una ventana a una experiencia humana compleja, llena de retos pero también posibilidades.
Es una película que no busca aleccionar ni adornar la realidad, sino presentar una historia auténtica y conmovedora sobre el poder de la familia, la ciencia y la resiliencia. Aunque su enfoque es íntimo, su alcance emocional es amplio, logrando un impacto que perdura más allá del tiempo que dura en pantalla. Una obra sincera que invita a reflexionar y, sobre todo, a creer en el potencial transformador de la esperanza.