No sé si estás aquí ahora, conmigo.
Porque te veo, pero no te siento.
Y la muerte acechó y destituyó de la
vida.
Ahora solo pongo tus recuerdos en calaveras
de desechos, pero el agua siempre estará
aquí; es la unión en la fuente de nuestros
sueños, de nuestros deseos.
Ahora que te fuiste de mi pozo de lázaro,
me pregunto si tu parvulez y candidez siguen
estando en ese otro mundo, aquel que no
conozco ni en sueños.
Solo tú estás parado rodeado de mitologías
fantásticas y preciosas, tu cuerpo ya no es
lo que conocía el dios de la tierra, ahora eres
polvo, pero brillas como una estrella.
Sé que me ves y yo no, pero desearía que
estuvieras conmigo un día más, ya que
me encuentro solo, desecho, doloroso,
desdichado, corrompido y abrumado desde
tu ausencia.
Pero mi corazón se alegra cuando voltea a ver el
río de las cuevas, pues se da cuenta que estás en
un mejor lugar, un lugar donde los alebrijes
vuelan y ayudan a los más necesitados.
Ayer por la noche me senté en tu sillón preferido,
agarré ese habano que siempre escondías,
me serví un trago de tequila, prendí el
tornamesas y te recordé como te hubiera gustado.
Brindo por esas veces en las que convivimos,
nutrimos y salimos adelante de toda
tierra ardiente, compadre, más que eso,
te convertiste en mi familia,
en el hermano que siempre quise tener.
Ahora estás bebiendo en la cantina de las nubes,
escuchando a Negrete y Lara, recordando
tus amores y desamores, sonriendo y diciendo
las banalidades que te gustaba decir,
te quiero y algún día te iré
a ver para brindar por siempre.