El primer contacto entre Sinisa Mihajlovic y Zeljko Raznatovic ‘Arkan’ se produjo en 1989, cuando el futbolista defendía los colores de la Vojvodina y el hoy criminal de guerra lideraba los Delije, el violento y racista grupo ultra del Estrella Roja. “Le insulté después de un partido sin saber quién era. Luego, cuando llegué a Belgrado, me invitó a su villa. Pensé que me mataría, pero fue muy amable conmigo. Lo veía como 200 veces al año”, escribía el futbolista, uno de los grandes referentes del nacionalismo serbio, en su autobiografía.
Dos años después de aquel encuentro, Mihajlovic era campeón de Europa con el Estrella Roja y Arkan y sus Tigres la vanguardia más violenta y psicópata de las milicias serbias dirigidas por Slobodan Milosevic. La guerra había regresado a los Balcanes, dejando los primeros sonidos de artillería precisamente en Borovo Naselje, territorio croata fronterizo con Serbia cercano a Vukovar (epicentro de la barbarie) y lugar de nacimiento de Mihajlovic, a su vez hijo de padre serbio y madre croata. Fue allí desde donde un día recibió una llamada de Arkan. “Me dijo que había detenido a alguien que decía ser familiar mío y que si no era así, lo ejecutaría. Era mi tío y me lo traje a Belgrado”. Donde nunca regresó fue a Borovo. “Mi mejor amigo era croata. Un día entró en la casa de mis padres y les dijo que si no huían, los mataría allí mismo. Entonces comenzó a disparar contra las fotos de la familia”, recuerda en sus memorias.
Aquel amigo le haría una visita cinco años más tarde en un hotel de Zagreb, donde la Croacia independiente recibía a Serbia (aún Yugoslavia en realidad) en un partido de clasificación para la Euro 2000. “Me dijo que hizo aquello por demostrar ser un buen croata, que era mejor salvar a mis padres que salvar la casa y lo perdoné”. Aún faltaba el último tributo al criminal de guerra. Acompañado por los neofascistas Irriducibili, Mihajlovic se despidió de su amigo Arkan sobre el césped del Olímpico de Roma. “Nunca negaré mi amistad con él”, sigue repitiendo.