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Mira, qué letras más lindas: actualidad de la narrativa brasileña en México

Aunque todavía puede encontrarse algún ejemplar de la edición original de Tusquets o  la de bolsillo de la colección Bordes de Editorial Planeta, en mayo de este año fue publicada la edición mexicana de la novela del narrador brasileño JP Cuenca, Descubrí que estaba muerto, en traducción del argentino Martín Caamaño y en la edición de Elefanta Editorial, uno de los sellos independientes que están enfocados en traer a nuestro país literatura lusófona. La novela de Cuenca, que fue presentada en la Ciudad de México por el propio autor, se une a un selecto catálogo que incluye otras narrativas del Brasil como la emblemática Ciudad de Dios de Paulo Lins traducida por María Auxilio Salado y Los leopardos de Kafka de Moacyr Sinclair en traducción de Emiliano Becerril, quien es el editor de esta editorial mexicana que, al publicar este año al autor seleccionado en las listas de Granta y Bogotá 39, refrenda la seria intención de varias editoriales por seguir poniendo en las mesas de novedades a autores de la actualidad, de la tradición y de la revaloración de la literatura brasileña y, con ello, fomentar y visibilizar el trabajo de los traductores de la lengua portuguesa interesados en las letras brasileñas. 

Aprovechando que a mitad de septiembre se conmemoran las independencias de México y Brasil y que al final del mes se celebra el día de las y los traductores, hacemos un breve repaso por la presencia de la narrativa brasileña en nuestro país en estas primeras dos décadas del siglo XXI. De hecho, el nuevo milenio abrió con la segunda edición de dos antologías coordinadas por la traductora y académica Valquiria Wey, publicadas por la UNAM: El arte de caminar por las calles de Río y otras novelas cortas y Nueva antología del cuento brasileño contemporáneo, éste último con relatos desde Drummond de Andrade y Nelson Rodrigues hasta Caio Fernando Abreu y Milton Hatoum pasando por Clarice Lispector, Lygia Fagundes, Rubem Fonseca y Nélida Piñón, entre otros. 

Autores como João Almino con Las cinco estaciones del amor traducido por María Auxilio Salado y Antelma Cisneros, publicada por Alfaguara-Claustro de Sor Juana; Marçal Aquino con El invasor, Yo recibiría las peores noticias de tus dulces labios y Tu cabeza tiene precio traducidas por Lourdes Hernández Fuentes para Océano; Verónica Stigger con Opisanie świata, traducida por Paula Ábramo en Antílope. También traducidos por ella están dos autores de Almadía: Eric Nepomuceno con dos libros de cuentos, que ha podido presentar en éste país: Las tres estaciones y Bangladesh, tal vez, al igual que Joca Reiners Terrón con La tristeza extraordinaria del leopardo de la nieves. 

Sexto Piso rescató las letras de Raduan Nassar: Un vaso de cólera, Labranza arcaica, traducidos por Juan Pablo Villalobos y Una niña en camino, traducida por Elena Losada, de quien la editorial publicó su traducción de Memorias póstumas de Brás Cuba de Joaquim Maria Machado de Assis; además tiene en su catálogo la novela autobiográfica de Rodrigo de Sousa Leão, Todos los perros son azules, también traducida por Villalobos. Una labor notable es la de Textofilia, que cuenta con autores como Jaques Fux con Antiterapias, Itamar Vieira Junior con Torcido arado y Oscar Nakasato con Nihonjin, traducidos por Rafael Climent-Espino, además de Nara Vidal con Suerte, en traducción del colombiano Nicolás Barbosa.

Ana Paula Maia con Carbón animal traducida por Teresa Matarranz en Jus, Marcelino Freire con Cuentos negreros en traducción de Armando Escobar publicado por Libros Sampleados, Férrez con Manual práctico del odio editado en Sur+ y Cristovão Tezza con El hijo eterno en traducción de María Teresa Atrián Pineda, publicada en la desaparecida editorial Elephas, que también publicó al italobrasileño Luiz Ruffato con los volúmenes de Infierno provisorio: Mamma, son tanto felice, El mundo enemigo, Vista parcial de la noche, El libro de las imposibilidades y Domingos sin Dios traducidos por María Cristina Hernández y Paula Ábramo.

Si bien se avanza en la propuesta de traducir y editar a narradores actuales, lo cierto es que los grandes hitos de la literatura brasileña en nuestro país son las publicaciones de las obras de autores canónicos de ese país, en nuevas traducciones y ediciones alentadas específicamente por la colaboración de la Embajada de Brasil y el Fondo de Cultura Económica, que en el marco de la FIL Guadalajara 2022 concretó el tercer acuerdo para la divulgación de su literatura. Así, clásicos como Manuel Antõnio de Almeida con sus Memorias de un sargento de milicias,  João Guimarães Rosa con Campo general, Machado de Assis con Cuentos sobre la esclavitud y Monteiro Lobato con Los negros están presentes en nuestras librerías. Ábramo, Wey e Isaac Ramos son los responsables de las traducciones. Muy recientemente, la colección Vindictas de la UNAM rescató a la escritora Carolina María de Jesús publicando sus crónicas íntimas Cuarto de desechos puesto al español por el Laboratorio de Traducción de la UNILA. 

El caso más notable de estas revalorizaciones es el de la mítica Clarice Lispector. Autora de culto, leída en México gracias a la amplia distribución de sus novelas, cuentos y crónicas editadas por la española Siruela, desde el 2020 goza de traducciones realizadas en nuestro país. Ábramo se encargó de los Cuentos completos mientras que Romeo Tello, Geney Beltrán y María Auxilio Salado tradujeron, respectivamente, cada uno de los tres tomos que reúnen sus novelas. Regina Crespo y Rodolfo Mata hicieron lo propio con Todas las crónicas. En un tono muy opuesto al de Lispector, pero igualmente leído y celebrado en culto, Rubem Fonseca es uno de los bestsellers de Cal y Arena, la cual cuenta con una veintena de sus títulos, en su mayoría de ficción, pero también de poesía y crónica; entre otros, El gran arte, Feliz año nuevo, Diario de un libertino, Agosto y La novela murió; la mayoría de estos están traducidos por la dupla de Mata y Crespo.En contraste, la editorial Vainilla Planifolia en su colección Los Insospechables incluyó El hombre que sabía javanés y otros relatos de A.H. Lima Barreto, traído al español por Salado. 

Volviendo al FCE, destaca la presencia de autoras como la legendaria Lygia Fagundes Telles con La confesión de Leontina y las más recientes Socorro Acioli con La cabeza del santo, Carola Saavedra con Paisaje con dromedarios, Sheyla Smanioto con Desesterro, aparte del ya mencionado Ruffato con La alegría. Ramos, Ábramo y Mariana Serrano Zalamea son los responsables de traerlas a nuestra lengua, la cual, como es sabido, es la más cercana a la lengua portuguesa. 

Todos estos esfuerzos han contribuido a que cada vez sea más constante la presencia de la literatura del Brasil en los estantes mexicanos, a través del fomento a su traducción y edición no solamente en casas como la UNAM y el FCE sino en sellos independientes. Empero, aún hay camino por andar en ambos países, pues este intercambio mucho depende de sus situaciones políticas y, obviamente, económicas. 

A este panorama contribuyen, a través de diversas actividades con autores y traductores, el Instituto Guimarães Rosa México, la Asociación Mexicana de Traductores Literarios e iniciativas como las cuentas @litbrasmex y @brasillibrosparamexico. De igual forma, la presencia de las grandes editoriales que desde España traducen a autores fundamentales como Nélida Piñón y Chico Buarque, así como la creciente distribución de editoriales independientes argentinas y españolas que tienen a narradores brasileños como Luisa Geisler, João Gilberto Noll y Sergio Sant’Anna. Y, en esa distribución se incluye la que se hace a través de plataformas digitales de lectura como Bookmate o Storytel. 

Para darse una idea de los varios autores que faltan por ser traducidos al español y, sobre todo, publicados en ediciones mexicanas, hay tres antologías que en la década pasada dieron cuenta de la riqueza literaria del Brasil del nuevo milenio: 90-00: cuentos brasileños contemporáneos seleccionados por María Alzira Brum y Nelson de Oliveira con traducciones de Alan Mills y José Luis Sansáns, publicadas por la Universidad Veracruzana; La invención de la realidad en compilación de Paula Parisot y traducciones de Mata y Crespo en Cal y Arena y Nado libre, con selección de Consuelo Rodríguez Muñoz y Carlos López Márquez con traducciones de  Wey, Tello, Cisneros, Brenda Ríos, Hernández, Ábramo, Sulemi Bermúdez, Daniel Orizaga, Escobar y los antologadores, en la FFyL-UNAM. Ojalá pronto tengamos nuevas antologías que consignen el trabajo de esta última década y que nos amplíen el panorama de lo que hay que leer de la lusofonía brasileña, pues mucho se antoja seguir conociendo las sambas, saudades y cachaças expresadas en su exquisita literatura.

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