Ahora
que la orquesta
se ha callado.
Nunca escucharemos
más, el canto del cisne
plateado.
Una lluvia de manos
y ojos inunda
nuestro cuerpo.
Hemos dejado de ser
lo que fuimos.
Ahora
solamente nos queda,
este sabor amargo
de azul cobalto.
Memoria de
cien cuchillos rojos,
que habitan
en un suspiro
entrecortado.
Rumor de un caballo
que se agita y relincha,
al sonido de los balazos.