Fue Aldo Rebelo, diputado del Partido Comunista de Brasil, el primero que intuyó “irregularidades” en el contrato que en 1996 firmaron Nike y la Confederação Brasileira de Futebol (CBF), según Sandro Rosell, expresidente del FC Barcelona y ejecutivo de la marca en el momento de la firma, “el más grande de la historia del deporte”.
Las sospechas comenzaron en 1999, sólo un año después de la derrota de Brasil en la final del Mundial de Francia, cuando varios medios publicaron que Nike había obligado a Ronaldo Nazario a disputar aquel partido por contrato a pesar del grave colapso que sólo unas horas antes del partido le había enviado al hospital. “Lo último que recuerdo es que me iba a acostar. Después tuve una convulsión y cuando desperté estaba rodeado otros jugadores y por el doctor. Nadie me quería decir qué estaba pasando”, explicaría años más tarde el propio futbolista.
Las indagaciones de Rebelo acabarían en una comisión de investigación constituida por el propio Parlamento de Brasil, que a lo largo de los meses siguientes llamó a declarar no sólo a Ronaldo, sino también al seleccionador Mario Zagallo, a los futbolistas Edmundo y Roberto Carlos, a los médicos del equipo e incluso a Joao Havelange, entonces presidente de FIFA y suegro de Ricardo Teixeira, presidente de la CBF. “Disney no vendió a Mickey Mouse, pero la CBF vendió la selección nacional a Nike. Debería haber vendido el espectáculo, no el producto”, repetía Rebelo tras la publicación del dictamen final, en el que se mostraban suficientes pruebas para enjuiciar a 33 personas, entre ellas Teixeira, quien en 2019 fue inhabilitado de por vida por su implicación en el escándalo FIFA Gate.