Medio año de bloqueo. Dos semanas de bloqueo humanitario. Nagorno Karabaj fue desprendida de Armenia, su salvoconducto, desde diciembre. Hoy, ya no acceden vehículos del Comité Internacional de la Cruz Roja ni de las tropas pacificadoras rusas. Así lo dispuso la cúpula de Azerbaiyán, quien considera que este territorio es parte de su superficie.
En los planisferios, Nagorno Karabaj forma parte de Azerbaiyán; en los mapas, expuestos en los museos y hogares armenios, es una república independiente. Su pueblo así lo quiso a comienzos de los ’90, cuando Armenia y Azerbaiyán se independizaban de la URSS. La población armenia de Nagorno Karabaj se movilizó en contra de las agresiones y persecuciones de Azerbaiyán, el país que Stalin eligió para ceder arbitrariamente este territorio en 1923. Por medio de un referéndum, el 99,98% de la población eligió su libertad y adopto el derecho a la autoderminación de los pueblos.
La paz, aunque relativa, no duró más que tres décadas. Una nueva guerra entre Armenia y Azerbaiyán azotó a la población de Nagorno Karabaj en 2020. Luego de 44 días, las hostilidades cesaron con la firma de un acuerdo tripartito entre el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, el presidente de Azerbaiyán, Ihlam Aliev y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien operó de mediador.
El platillo de la victoria, en una balanza despareja para las partes, se inclinó hacia el lado azerbaiyano. Más del 70% del territorio de Artsaj (Nagorno Karabaj, en su versión original en armenio) fue ocupado por Azerbaiyán. Decenas de miles de habitantes fueron desplazados. Las tropas rusas ingresaron e instalaron bases militares en el reducido territorio que permaneció bajo control armenio. A partir de ese momento, la misión rusa debía garantizar la seguridad de la población.
El acuerdo de fin de la guerra asignó a Rusia el compromiso de controlar el Corredor Berdzor-Lachin, la única conexión terrestre entre Armenia y Nagorno Karabaj. Sin embargo, el control comenzó a desvanecerse cuando a mediados de diciembre grupos de supuestos eco-activistas azerbaiyanos bloquearon la carretera por reclamos ambientales. Su demanda se enfocaba particularmente al manejo de minas de oro, cobre y molibdeno instalados en el terreno de Nagorno Karabaj, bajo control armenio. La parte armenia ha cuestionado el carácter ecologista de estas protestas y ha denunciado un plan de limpieza étnica planificado por el gobierno azerbaiyano.
La hipótesis del argumento ambientalista como motor del bloqueo tambaleó cuando los manifestantes dieron por concluida la protesta, al tiempo que Azerbaiyán instalaba un puesto de control en el puente Hakari, sobre el corredor Berdzor-Lachin. Esta nueva infraestructura garantizaría la continuidad del bloqueo.
Armenia acusa a Azerbaiyán de manipular la importancia del corredor de Lachin para ejercer presión sobre los habitantes armenios de Nagorno Karabaj. El funcionamiento de esta ruta es vital para la actividad económica del enclave, que depende de su lazo con Armenia. Por consiguiente, la prolongación del corte del “corredor de la vida” profundiza la crisis humanitaria.
Drama cotidiano de la población bloqueada
Los alimentos escasean. El Gobierno de Nagorno Karabaj ha implementado un sistema de cupones para suministrar alimentos a las familias. En un comienzo, predominaban las escenas donde los habitantes hacían largas filas frente a los comercios que habían sido provistos de alimentos alcanzados por la Cruz Ruja o la misión rusa. Hoy los cupones están, pero los alimentos, no. Las tiendas han cerrado sus puertas por falta de mercadería. Los productos locales del trabajo agrícola-ganadero no son suficientes para abastecer a toda la población.
Mariam Grigoryan vive en Stepanakert, la capital de Nagorno Karabaj, y es maestra en una escuela primaria. “Durante los meses de invierno, los niños no han podido asistir regularmente a clases, debido a la falta de suministro de gas. Los niños se sentaban en las aulas con gruesos abrigos, pero era imposible que pudieran concentrarse para aprender algo”, relata Mariam.
El abastecimiento de gas de Nagorno Karabaj proviene de Armenia; lo mismo ocurre con la energía eléctrica. Los circuitos atraviesan territorios ocupados por Azerbaiyán y en estos puntos, los servicios pasan a ser historia. Como consecuencia, la población se abastece con sus escasos recursos internos, como la central hidroeléctrica del embalse Sarsang. Por este motivo, su nivel ha disminuido abruptamente los últimos meses advirtiendo una emergencia sanitaria. El agua es otro bien escaso. Muy escaso.
Lilit Saryan es dueña de una tienda de verduras que cerró desde la primera semana de bloqueo, ya que no podía ser abastecida. Relata que la vida parece haber regresado a los años 90, cuando Armenia apenas se había independizado de la Unión Soviética y era castigada por el contexto de la primera guerra de Nagorno Karabaj. “Tan pronto como se apagan las luces, sacamos los juegos de mesa y nos entretenemos de esa forma”, asegura Lilit. Coincide con otros habitantes en que, desde el comienzo del año, ha intentado hacer un ajuste en su rutina en torno a las condiciones existentes -alimentos escasos, cortes de electricidad, gas y agua.
A su turno, Tatev Petrosyan, una habitante del pueblo de Chartar, desconoce cuánto más podrá soportar estas dificultades. Considera que la presión psicológica que intenta ejercer Azerbaiyán sobre la población de Nagorno Karabaj es lo que más pesa: “Si nos sentamos dos minutos a pensar lo que está ocurriendo, lo que están haciendo con nosotros y qué podría pasar próximamente, enloqueceremos. Algo me presiona la garganta, especialmente cuando debo explicarles a mis niños por qué no tenemos comida. ¿Cómo le digo a mi criatura de tres años que los azerbaiyanos bloquearon la carretera y quieren que nos marchemos?”, cuestiona Tatev. Agrega que, de todos los servicios básicos, los cortes de internet son los que mayor tensión provocan en la población. “Conociendo los planes de los azerbaiyanos, entramos en pánico, porque sabemos que pueden hacernos algo mientras estamos aislados e incomunicados”, alerta.
La oficina de la Defensoría de los Derechos Humanos de Nagorno Karabaj ha denunciado la violación de una larga lista de derechos: la libre circulación, la educación, la salud, la vida privada, entre otros. Los registros de esta entidad dan cuenta de que la mayor parte de las esferas de la vida de los ciudadanos se encuentra perturbada por la crisis.
El ombudsman Gegham Stepanyan asume que su oficina, junto con la Defensoría de los Derechos Humanos de Armenia, ha hecho un gran esfuerzo para obtener reacciones globales. De acuerdo con el funcionario, las tres principales organizaciones internacionales de derechos humanos -Human Rights Watch, Freedom House y Amnistía Internacional- han emitido declaraciones exigiendo a Azerbaiyán la reapertura del corredor y el respeto de los derechos del pueblo armenio. Recientemente, la Asamblea Parlamentaria del Consejo Europeo aprobó una resolución exigiendo lo mismo. Sin embargo, la respuesta de Azerbaiyán fue la instalación de una barrera de hormigón que refuerza el aislamiento de los 120.000 habitantes. Ya ningún camino conduce a Nagorno Karabaj.
Negociaciones y un futuro incierto
En el campo político, desde el fin de la guerra, Armenia y Azerbaiyán han mostrado su voluntad para iniciar un proceso de paz. Desde entonces han creado instancias de negociaciones mediadas por actores tan diversos como Rusia, Unión Europea y Estados Unidos. Estas reuniones giran en torno a la confección de un documento que goce del consenso de las partes; sin embargo, aún no han llegado a un acuerdo final. La agenda en vista indica que el abordaje multilateral –y un tanto desordenado– del proceso de paz entre Armenia y Azerbaiyán continuará durante las próximas semanas.
La reciente intervención de Estados Unidos y la Unión Europea en este conflicto ha puesto en alerta a Rusia, quien acusa a los actores occidentes de intentar rebajar su influencia en la región del Cáucaso sur. La dicotomía Rusia-Occidente, que se ha instalado enérgicamente en el globo a partir de la guerra de Ucrania, intenta filtrarse en la región caucásica. En este sentido, el conflicto armenio-azerbaiyano se fracciona a los dos lados de la red que quebranta la coyuntura global.
A pesar de los esfuerzos multilaterales para prosperar en un proceso de paz duradero, en la práctica, la tensión entre Armenia y Azerbaiyán persiste. Los incidentes de violencia continúan de manera regular no sólo en Nagorno Karabaj, sino también en territorio soberano armenio.
Delante del telón, se despliegan los encuentros en la arena internacional con la intervención de múltiples actores que estrechan sus manos para la foto. Detrás del telón, las hostilidades entre Armenia y Azerbaiyán continúan, y el abordaje de cuestiones subyacentes, como el estatus de Nagorno Karabaj, los derechos de su población a la autodeterminación y el futuro incierto de una crisis humanitaria han quedado relegados a un costado del escenario.