El segundo largometraje de Coralie Fargeat, The Substance (premio al mejor guion en Cannes 2024), es uno de los filmes más polarizantes y polémicos del año: se trata de una obra provocativa que mezcla ciencia ficción, horror psicológico, Body Horror y sátira social —con ecos del clásico Fausto de Goethe y de El retrato de Dorian Gray de Wilde—, de paso ofreciendo una crítica aguda sobre la obsesión contemporánea con la juventud y la belleza femenina.
Ambientada en Hollywood, un entorno donde las mujeres enfrentan un constante escrutinio por su apariencia, Fargeat nos presenta a su protagonista, Elisabeth Sparkle, interpretada magistralmente por Demi Moore; ella es una actriz de 50 años (Miss Moore ya tiene 62 y no se notan, mind you) cuya carrera se encuentra en decadencia, aunque no pueda aceptarlo. Este regreso de Moore al cine marca un momento significativo, no solo por su notable actuación, sino también por su relevancia en el discurso cultural actual sobre la percepción del envejecimiento en las mujeres.
La historia comienza con una escena emblemática: trabajadores instalan una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood para Elisabeth, una actriz ganadora del Óscar. Este momento, que debería ser motivo de celebración, se convierte en una metáfora de la transitoriedad de la fama. Con el tiempo, la estrella es olvidada, pisoteada por innumerables visitantes, reflejando la trayectoria de Elisabeth en la industria del entretenimiento. En su cumpleaños, es despedida groseramente de su exitoso programa de aeróbicos por TV, con el productor Harvey (Dennis Quaid en un cameo glorificado como la repelente encarnación del patriarcado) señalando su edad como la razón principal. Este desdén se convierte en el eje central de la narrativa.
El desánimo y la frustración de Elisabeth la llevan a un accidente automovilístico tras distraerse con un cartel publicitario que muestra su imagen siendo eliminada. Este evento catalizador la lleva a un hospital, donde un joven enfermero le entrega una memoria USB que promociona The Substance, un suero diseñado para crear una versión más joven, hermosa y perfecta de uno mismo. A partir de este punto, Fargeat abandona la “realidad” y nos lleva a un mundo donde la juventud se convierte en una posesión que debe ser mantenida a toda costa, y donde las mujeres son empujadas a sacrificar su bienestar físico y mental por la aceptación social.
Elisabeth, a pesar de sus dudas iniciales, decide probar el suero. Al inyectar el activador de un solo uso, da vida a una versión más joven de sí misma, que se nombra Sue y es interpretada por Margaret Qualley (que sigue consolidándose con interpretaciones de primera). Ella rápidamente se convierte en la nueva estrella del programa de televisión, recuperando la fama que Elisabeth había perdido. Esta relación simbiótica entre ambas mujeres, que al final, son la misma, se vuelve cada vez más tóxica. Mientras Sue se sumerge en un estilo de vida hedonista lleno de fiestas y relaciones casuales, Elisabeth se hunde en el abuso del alcohol y la comida. Este contraste entre sus vidas revela las tensiones inherentes a las expectativas sociales sobre las mujeres y la lucha por el control sobre sus propias identidades.
A medida que avanza la trama, la historia revela el costo real de la búsqueda de la juventud. Sue, en su ansia por mantener su apariencia juvenil, comienza a abusar del suero estabilizador, lo que provoca que Elisabeth envejezca a un ritmo alarmante. A partir de este punto, la película comienza a desmoronarse bajo el peso de su propia narrativa. La intención satírica de Fargeat se ve comprometida por la sobreabundancia de explicaciones y la repetición de temas que, en lugar de añadir profundidad, terminan diluyendo el impacto de la historia. Las reiteraciones de la lucha de Elisabeth se sienten excesivas y, en algunos casos, moralistas, lo que afecta la fluidez del tercer acto. Este desfase narrativo se vuelve evidente cuando Sue, en un arrebato de desesperación, decide extraer una cantidad suficiente de suero estabilizador para mantenerse en su forma joven durante tres meses, ignorando las advertencias de que esto tendrá consecuencias devastadoras.
En su último tercio, la película eleva su intensidad visual, con una serie de referencias ineludibles a clásicos del cine como Carrie y Body Double, de Brian DePalma, y toques de Stanley Kubrick. Sin embargo, este enfoque excesivo en la estilización se convierte en un arma de doble filo: aunque visualmente deslumbrante, el tercer acto cae en una sobreexplicación que la lleva a parecer demasiado moralista y didáctica, lo que resta fuerza a su mensaje. La cinta tiene un exceso de tiempo (fácilmente media hora más de lo necesario) y sus referencias se sienten demasiado obvias, bordeando el homenaje y entrando en lo redundante.
No obstante, la actuación de Moore es un punto fuerte. Originalmente pensado para Nicole Kidman (lo que le proporciona una dimensión intrigante), el rol le da a la Moore la oportunidad de desplegar su carisma como estrella de cine en su máxima expresión. Es un recordatorio de lo brillante que puede ser como actriz, algo que se había desdibujado en los últimos años debido a su semirretiro y roles de menor envergadura. Aquí, la estrella de Ghost, A Few Good Men o The Seventh Sign, brilla, entregando una interpretación audaz que, en cierto sentido, parece ser un renacimiento para su carrera, literal y metafóricamente.
En términos visuales, The Substance es todo un espectáculo. La dirección de Fargeat es notable por su uso de colores vibrantes y estilizados que evocan una atmósfera tanto de glamour como de descomposición. Sin embargo, esta estética a veces se siente más como una distracción que como un apoyo a la narrativa, especialmente cuando se trata de transmitir los mensajes más oscuros de la película. Aunque el trabajo de cámara y la producción son indiscutiblemente impresionantes, hay momentos en los que se sienten excesivos, llevando a una sobrecarga visual que puede eclipsar el contenido emocional de la historia.
Demi Moore demuestra por qué fue una de las actrices más icónicas de su generación: hace con valentía y sin pudor alguno, una exploración profunda de la desesperación y la vulnerabilidad, y su capacidad para navegar las complejidades emocionales del personaje es digna de elogio. A través de su actuación, Moore logra crear una conexión palpable con el público, quien puede sentir la angustia de su lucha por el reconocimiento y la aceptación en un mundo que, a menudo, las descarta.
En conclusión, esta es una película que, a pesar de sus defectos, ofrece un comentario agudo y provocador sobre la juventud, la belleza y el valor de las mujeres en la sociedad contemporánea. La visión de Coralie Fargeat, aunque a veces se pierde en los excesos y la sobreexplicación, logra generar conversaciones necesarias sobre la identidad femenina y la presión social; establece un diálogo sobre las expectativas y los sacrificios que las mujeres enfrentan en su búsqueda por ser vistas. The Substance es ostensiblemente prueba ontológica del talento de Demi Moore y también un recordatorio de que la juventud y la belleza son efímeras, y que la verdadera lucha radica en aceptar y valorar la complejidad de la experiencia femenina en todas sus formas. ¿Pudo ser mejor? Sin duda. ¿Le sobra mucho? Definitivamente. Pero aún con eso, es una película de la que seguimos hablando.
No es de ninguna manera perfecta y su indulgencia la afecta, pero tiene tantos detalles notables, que sí que es fascinante.