Payasito,
¿Hacia dónde vas cuando te marchas?
¿De qué lugares estarás ahora llegando?
Payasito, escúchame,
me convierto en un fantasma.
¿Qué somos en este manicomio?
¿Sigues escapando del circo al que jamás quisiste volver?
¿Sigues tratando de arrancarte
todo el maquillaje que llevas en el alma?
¿Por qué sólo puedo verte dos veces por año?
¿Cuál es tu destino cuando desapareces?
Payasito, ¿quién soy yo para seguirte?
Con este par de manos tan vacías.
Sin nada que ofrecer, más que pura nostalgia
¿Puedo untarme todo tu maquillaje?
¿Y qué si quiero llevarme el traje?
¿Y qué si quiero iluminarte en la oscuridad?
Abandoné mi vida por seguir un eco,
arriba de mi barca en alta mar.
Payasito, ¿puedes escucharme?
A veces no puedo dormir en la noche.
No soy más que polvo y ceniza.
Me pesan todos los fantasmas
que traigo alrededor del cuerpo.
Me preocupa que se me haga costumbre
recorrer tus pasillos con el corazón roto.
Payasito, ¿quién soy yo para mirarte?
¿Por qué continúas despojándote de todo?
Ahora, ¿quién va a amarte en medio de la noche?
Payasito, ¿no extrañas a tu mejor amigo?
Puedo prestarte el mío, aunque solo sea por un rato.
Temo que las pesadillas me alcancen.
Payasito,
me preocupa haberme convertido
en un fantasma más de los pasillos de este manicomio.
¿Quién soy yo para decirte que lo dejes todo?
Y que ya no lo dejes todo.
Entonces, ¿a dónde vas
cuando desapareces detrás de la puerta?
Payasito,
algún día te iluminaré en medio de la oscuridad
y tú te olvidarás de mí.
Un día de estos te irás
y yo no podré hacer nada
más que continuar
sosteniendo una lámpara en medio de todo.
¿A dónde vas cuando desapareces?
¿Puedo irme contigo?
Payasito,
no sé qué clase de espectro habita bajo mi piel.
¿Puedo regalarte un par de secretos?
Es lo único que pienso que poseo.
¿Quién soy yo para detenerte?
Viajero de ciudades y rincones dementes
Payasito,
¿ahora quién va a amarte
a donde sea que vayas,
en donde quiera que ahora te encuentres?
Payasito, ¿conoces la salida de este manicomio?
Este lugar me ha hecho sentir que no valgo nada.
No sé por qué decido quedarme.
Ya no puedo parar.
Vamos, querido Payasito,
lanza esa mirada, de desgarre e intolerancia.
Algunas personas no nos atrevemos
a ver los detalles de nuestras historias.
El fino arte de suponer.
Payasito,
llevo esperando un tiempo en la ventana
a que vuelvas por mí,
pero la naturaleza de tus actos
sea, tal vez, irte y olvidar todo.
Olvidarte de todo.
Olvidarte de todos.
Querido Payasito,
¿qué sabrás tú de raíces
y del silencio de las habitaciones
a oscuras en el pecho?,
Si ya te habrás quitado todo
el equipaje de las manos.
¿Qué sabré yo del despojo?
Si colecciono tus desapariciones
como si fueran promesas repletas
de la fe que me falta.
¿Qué sabré yo de dejar ir?
Si ni siquiera sé habitar.
Payasito,
¿y si solo quiero llegar descalza
a la naturaleza de tus actos,
en silencio,
callada,
y contemplante?
Ahora, ¿puedes verme?
¿Quién soy yo para necesitarte tanto?
No te preocupes por mis arrebatos nocturnos.
Generalmente estoy bastante callada,
tratando de fingir que soy una meditadora contemplativa.
Payasito, estaré lista cuando digas
que es hora de irnos.
Prometo que no vas a notarme.
A menos que quieras notarme.
Puedo derramarme sobre la vida
como lo hacen los que nunca aprendieron a quedarse.
Payasito, ¿sobre qué reflexionas
cuando el día termina?
Yo sigo sin tener idea.