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Primero tuve que morir, de Laura Soto

Primero tuve que morir es un poemario íntimo, entretejido con monólogos que permanecen fieles a la pluma de Laura Soto y lo que para ella significa ser humano. 

Anhelas salir, reír y bailar;
pero cada vez que lo haces 
mueres, por parar, por volver. 

Pareciera que lo correcto es estar en guerra con nosotros mismos, a tragarnos lo que sentimos para no quedar como “intensos” o “dramáticos”. Me pregunto, ¿desde cuándo el verbo sentir está mal?, ¿desde cuándo ser un ser humano se deja para después? Como si tuviéramos temor a existir, a tocar esa sensación de desnudos a la que juiciosamente llamamos incomodidad. Dejamos para después lo que nos da miedo cruzar, pienso que eso es lo que a mi alrededor se me ha enseñado lo que es sobrevivir. 

Primero tuve que morir es un poemario íntimo, entretejido con monólogos que permanecen fieles a la pluma de Laura Soto y lo que para ella significa ser humano. 

Dentro de la narrativa de Soto, los versos fluyen como lágrimas recordando la angustia, lo que no estuvo destinado a ser; la belleza irónica del tiempo y su delicado equilibrio. Acaricia las cicatrices de su pasado más oscuro, cubierto de honestidad, pasión, redención, aceptación, recaídas; plagado de humanidad pura. 

Me achico, me achico, me achico tanto que casi ni me veo.

El peor demonio que podemos cargar es el susurro de lo que hubiera sido y no fue. Bajo su título, nos exponemos a una obra que te envuelve en un abrazo de melancolía con una prosa tan delicada como poderosa, nos sumerge en un viaje emocional a través de verdades que pocas veces alguien está dispuesto a declarar, a desnudarse ante el dolor, el rechazo hacia lo que deberíamos amar solo por existir, declaraciones valientes, un salto a la vulnerabilidad y encaramiento del destino. 

Primero tuve que morir; Laura Soto.

Lo que la autora llega a nombrar como “abandonadas profundidades” se manifiesta como el infierno de Dante: continuar bajando es lo peor. Pero es ahí, en lo profundo del abismo, pienso yo, en donde está el sentido de nuestra propia existencia, en el fondo de nosotros, en las alcantarillas podridas, dentro del círculo más bajo y que más nos aterra de nosotros.

¿Cuánto tiempo llevo atrapada? […] ¿Cómo se puede amar algo que se desprecia?

También es un libro que habla sobre otros libros y otra forma de conocer a la autora. Siempre he pensado que otra manera de comprender el alma de un ser es leer las líneas que con anterioridad ha subrayado y, eso, además de su prosa, es lo que nos regala Laura: la intimidad con sus lecturas y la comprensión de su propio destino, puesto que en la vulnerabilidad de existir también reside una efímera belleza de lo indescriptible. 

Estar muerto mientras se respira es, en mi opinión, el peor estado de humanidad al que podemos llegar como especie, que por desgracia más de uno hemos vivido o sobrevivido a tal grado de negrura abismal. No ser capaces saciar al monstruo que tenemos en medio del pecho: el que llora, el que ama. El que ama llorando. 

Tantos años de ser humanos y todavía pensamos que con la propia voluntad bastaba para tragarte el mar que llevábamos en el alma. ¿Podemos elegir sentirnos diferentes?, ¿o somos esclavos de nuestras propias emociones?, y si en verdad nos pertenecen ¿por qué no podemos elegir?, o es que le pertenecemos a ellos, me pregunto si las emociones nos pertenecen o a las personas que nos hacen sentir lo que está dentro de nosotros. Ahora, después de leer a Laura, ¿a qué emoción pertenece mi alma? 

¿Quién te provocó ese miedo a ser visto sin disfraces?
Ese miedo a que conozcan quién realmente eres. 
¿Quién te dijo que bailar debe sentirse tan pesado?
¿y que reír debe costar la alegría?
¿Quién te hizo creer que no puedes creer que lo vales?

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