Si vas a sacar la basura no te demores mucho, había dicho Claudia. Las bolsas negras colgaban bien repartidas de cada brazo, y los tenues faroles de la ruta dejaban entrever el gran cesto gris al comienzo del pasaje. Vuelvo enseguida, no te preocupes, y tomando más aire que de costumbre logré emprender viaje, arrastrando los pies en la tierra tibia del camino, y entonces de pronto las casas vecinas que encendían una por una las luces del hall de entrada. Es el pibe del lote cuatro, anunciaban a través de los huecos de las ventanas entreabiertas. Y es que el chusmerío ha sido así desde hace un par de noches, desde que el señor Ramírez del lote seis salió con la carretilla llena de escombros y botellas vacías que a la mañana siguiente encontramos a un costado del cesto, abandonada a su suerte, y la mujer del mismo, tocando timbre a dos manos preguntando si saben algo del Leopoldo, que anoche no durmió en la cama, y todos fingiendo estar atentos, que no, Nuria, pero vos intentá calmarte, de seguro aparece enseguida.
La policía demoró sin culpa en hacer acto de presencia, tomó huellas en la carretilla, sustrajo un par de pertenencias de la casa e interrogó al resto de los vecinos, que si vimos algo, que si oímos algo sospechoso, lo que sea, y mi vieja y yo negando con la cabeza, nada fuera de las borracheras, los moretones de la pobre Nuria y el Leopoldo con la carretilla. Lo de siempre oficiales, y el escribir de la birome, y acaso no tendrá un vaso de agua, gracias, y tanto los oficiales como nosotros apurando el trámite ya de memoria, con la mente puesta en el reloj para cerrar de una vez por todas con el acting, como si realmente importara, porque sí, de seguro aparece enseguida. Cuándo no.
Sobre la tapa del inmutable cesto gris me aguardaba una lechuza, la cual debió adivinar mis intenciones porque luego fue a parar a las ramas. Sus ojos bien abiertos, espectrales, y aquél rostro cadavérico, me recordaron curiosamente al señor Ramírez, quien de seguro aparecería enseguida, sí, cuándo no, y si vas a sacar la basura no te demores mucho, había dicho Claudia, pero alguien tenía que hacerse cargo de tanta mugre, al menos una vez, y las bolsas negras que no tardaron en confundirse con el resto.